Vinicius se proclama rey de Arabia
Aseguró Carlo Ancelotti en la previa de la final de la Supercopa de España que el objetivo del Real Madrid no era tomarse la revancha (4-1) por la estrepitosa derrota que el Barça le infligió a los blancos doce meses atrás en Riad, sino que perseguían otro título porque esa es la idiosincrasia del club de Chamartín. Logró una y otra cosa su equipo, que levantó por decimotercera ocasión en su historia el trofeo que otrora se dirimía entre el campeón de Liga y el de Copa y se cobró además cumplida venganza en un partido en el que dio un repaso monumental a su adversario que pone aún más en la cuerda floja a Xavi.
El preparador catalán se vio superado de principio a fin por el planteamiento de Ancelotti, que tomó la debida nota de lo sucedido el pasado año en el Estadio Rey Fahd y demostró la sideral distancia que hoy por hoy existe entre un equipo que navega viento en popa a toda vela y otro que no logra salir del puerto. Un hat-trick de Vinicius, descomunal hasta el punto de desnortar a su habitualmente eficaz alguacil Araujo, decantó en la primera parte un encuentro que el Real Madrid sentenció en la segunda mitad con un gol de Rodrygo. El Barça, superado por los acontecimientos, apenas sacó brevemente la cabeza gracias a un tanto de Lewandowski que enseguida quedó en papel mojado, pero finalizó el pleito en inferioridad numérica a raíz de una doble amarilla de Araujo que personificó con su expulsión el apagón colectivo de un bloque sin capacidad de respuesta que acabó desquiciado.
Ancelotti fue consecuente al introducir dos variantes en su once respecto al que presentó en la semifinal contra el Atlético: Kroos por Modric y Lunin por Kepa. Especialmente significativo resultó el cambio de guardia en la portería, puesto que el vasco venía de protagonizar una aciaga actuación en el derbi y una suplencia en la final podía ser interpretada como un castigo a un guardameta de moral quebradiza. El italiano, sin embargo, no tuvo reparos a la hora de sentarle en un partido de tronío, una decisión que aseguró tener tomada de antemano, lo que denota que el ucraniano ha adelantado al vizcaíno en las preferencias del cuerpo técnico del Real Madrid. Sus prestaciones en la final, de nuevo notables, refuerzan el nuevo escenario.
Quedó de manifiesto en un descorche de partido tan letal por parte de la vanguardia del Real Madrid como deficiente por la retaguardia azulgrana. Dos mano a mano de Vinicius, el primero facultado por un extraordinario pase en profundidad de Bellingham y el segundo habilitado por Rodrygo tras una carrera supersónica del paulista desde la divisoria, sirvieron para sellar otros tantos goles blancos cuando no se había alcanzado el minuto 10. Rapapolvo El severo rapapolvo planteaba un desafío mayúsculo para el Barça, que estuvo cerca de acortar distancias con una volea de Ferran Torres que repelió el travesaño, antes de que Lunin sacase una gran mano para evitar que Lewandowski convirtiese en gol el rechace.
La reacción del Barça, en cualquier caso, resultó un espejismo porque el Real Madrid volvió a encontrarle enseguida las cosquillas a la permeable defensa culé con un centro de Tchouaméni desde la derecha persiguiendo la carrera de Vinicius, al que Araujo frenó en seco con un claro agarrón que Munuera Montero no dudó en sancionar señalando el punto de castigo.
El penalti lo ejecutó Vinicius, que había fallado uno en el clásico de pretemporada disputado en Dallas pero que resolvió esta vez con buena letra a través de un golpeo ajustado al palo tras una paradinha previa que no engañó a Iñaki Peña.
Pese a ello, el catalán eludió meter el bisturí con cambios al descanso y su equipo fue presa del mismo atasco ante un Madrid muy cómodo en su repliegue sobre el área de Lunin que fiaba la sentencia a una contra. Así acabaron los blancos un partido en el que todo les salió de cara pese al triple cambio a la desesperada con el que Xavi, tarde y mal, trató de girar el rumbo.
Activó Carvajal a Valverde con un envío magistral de zurda, percutió el uruguayo por la derecha, conectó al segundo palo con Vinicius, este buscó el pase definitivo que rechazó Koundé y Rodrygo recogió la bola para ponerla en la red con un disparo sedoso, muy al estilo de Kroos. Aún buscó el Real Madrid el quinto, determinado a ahondar en la herida. Estuvo cerca de conseguirlo, pero en realidad poco importaba porque el Barça no fue un adversario digno. Sus verdaderos rivales son otros.