Cuando Cucurella sucumbió en el Reino de León

Cuentan las ‘buenas lenguas’ que Marc Cucurella es «el alma de la selección española» en Alemania, un antihéroe con la fuerza de Sansón —¿será su melena el secreto?— que llegó a la Eurocopa como gran tapado en la lista de Luis de la Fuente y, partido a partido, ha hecho de la banda izquierda un fortín inexpugnable. El lateral forma, junto a Nico Williams, una pareja ‘bien avenida’ que explica, en parte, por qué la Roja solo ha encajado tres goles desde que arrancara el campeonato hace casi un mes. Lo que pocos recuerdan es que el hoy jugador del Chelsea fue testigo directo del último ascenso de la Cultural a Segunda División, cuando Rubén de la Barrera capitaneaba el barco y Gallar enloqueció a todo un Reino con un lanzamiento de falta para la historia.

En aquel bendito 2017, un joven Cucurella aterrizó en la capital leonesa vistiendo la elástica del Barcelona B. Era 28 de mayo. Los culés venían con un 0-2 en contra en la eliminatoria decisiva para alcanzar el fútbol profesional y, aunque ni el más avezado de los gurús futbolísticos hubiera dicho que siete años después se encontraría a poco más de 24 horas de conquistar un título con España, ya levantaba pasiones en la Masía. Esa temporada dio el salto al filial blaugrana iniciando una carrera que le condujo fugazmente al primer equipo, luego al Eibar, pasando por Getafe hasta su salto a Inglaterra. Primero al Brighton y desde 2022 con The Blues .

Cucurella salió como titular al césped del Reino de León. Llevaba el 3 en la espalda. Batalló de principio a fin tratando de frenar las embestidas de Álex Gallar y compañía. En el minuto 36 Alfaro les hizo creer que la remontada era posible. Su gol enmudeció por momentos a las 13.451 gargantas que habían borrado por completo los asientos habitualmente vacíos del estadio. El miedo de una afición huérfana de alegrías desde hacía ya demasiadas décadas se extendió a orillas del Bernesga como una plaga bíblica. Pero no hay gloria sin sufrimiento. Julen Colinas primero y el ídolo de aquella plantilla, después, exorcizaron la ciudad. La Cultural le brindó un disgusto al ahora internacional. Sí, la vida eterna duró poco más de una campaña para la parroquia local... pero eso es otra historia.

Sin embargo, la de Cucurella en León fue su primera aventura por un objetivo de altura. Una lección —la derrota— que suele encajarse mal al principio, pero de la que solo los elegidos toman buena nota para progresar. Marc prosiguió su camino después de aquello. Soñó, supongo que como todo crío que se forma en la cantera azulgrana, con triunfar en el Barcelona. Y no, tampoco su particular historia pasaba por allí. Iba a tener que remar de lo lindo para verse peleando con los grandes del viejo continente.

De aquel defensa imberbe con buen toque de balón —como mandan los cánones en Can Barça— se mantiene su extraordinario poderío físico, la inteligencia para comprender cuáles son sus propios límites, la personalidad de quien no se deja manipular por modas ni masas y el saber estar de un tipo que, pese a las críticas y los pitos, se sabe reír de sí mismo.

Salvo giro inesperado de guion, Cucurella será titular este domingo en la gran final contra Inglaterra. Quizá, solo quizá, sea el turno de recoger los frutos que empezó a sembrar en esta bendita ciudad.