Obituario
La solera de Mantecón muere en la Cultural
El legendario muro defensivo del histórico equipo leonés fallece a los 78 años de edad
El mito del culturalismo de toda la vida Tomás Mantecón fallece con la solera de un futbolista que fue santo y seña de esta tierra leonesa. La misa funeral para despedir a la leyenda de la Cultural y Deportiva Leonesa se oficiará este miércoles 13 de noviembre, a partir de las 16.00 horas, en la Iglesia Parroquial de San Marcelo.
Mantecón dio sus primeros pasos, los de la vida, en el barrio de San Esteban, en donde nació en 1946. La calle era la cancha y en el equipo juvenil del barrio, el San Esteban, comenzó ya de central.
Se pasaba el día jugando en la calle. Después en los Maristas, lo mismo. Hasta que más tarde comenzó a jugar en el San Esteban, el equipo de su barrio.
Se divertía con el balón en la zona de los cuarteles de Almansa o en Eras de Renueva, incluso en algunas ocasiones lo hacía descalzo, para no machacar demasiado aquellos zapatos tan elegantes que le había regalado un familiar muy querido por Tomás, al que siempre profesó un gran cariño.
Macario Machín Martínez fue quien contribuyó decisivamente para que aquel joven que no lesionó a nadie diera el salto al Júpiter Leonés, el equipo de los sueños de fútbol de los que empezaban. Pasó al primer equipo de León, la Cultural, en 1965. Y jugó tres años en un momento ascendente.
En el Júpiter Leonés aprendió mucho con Cachús y Morán, que le animaron a ser futbolista. Después, en la Cultural, con los hermanos Fernández Rabanal al frente.
Compartió vestuario al lado de los Piñán, Mantilla, De la Cruz, Calo, Vallejo, Félix, Tate, Paco Villafañe, Marianín, Ovalle... Coincidió Mantecón con muchísimos de los buenos futbolistas de León y de la Cultural y Deportiva Leonesa.
En la temporada 1971-1972 se produjo el ascenso a Segunda División. Pero a Mantecón eso le pilló ya fuera. Y en todos los equipos en los que estuvo conoció esa categoría antesala de los Bernabéu, Nou Camp y demás. Pero siempre lo hizo con un ojo puesto en el equipo de su tierra. Con cariño y agradecimiento. Su titular indiscutible siempre fue: «Soy un agradecido del fútbol y de la Cultural».
También militó en equipos como el Osasuna, el Orense, el Almería... Fue un trotamundos del fútbol heroico de aquella España, en la que el balompié era parte de la vida, como lo es ahora, pero con un sentimiento más profundo.
Hasta que el Bar La Solera ocupó el resto de su vida, donde se jubiló para que sigan su estela sus tres hijos, dos varones y una mujer. Y hasta hoy. Descanse en paz el baluarte defensivo, que los buenos culturalistas aún no han olvidado, ni tampoco su rugido de león noble, que se escuchará por los siglos de los siglos en el Reino.