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PRIMERA DIVISIÓN

El Barça se queda a oscuras

El Barça saldó su visita a Málaga con un empate a cero fruto de su conformismo inicial. El planteamiento de Louis Van Gaal arrojó pocas opciones ofensivas a un conjunto que buscaba en La Rosaleda su tercera victoria consecutiva.

El holandés Marc Overmars trata de arrebatar la posesión del esférico al malaguista Josemi

Publicado por
Marcelo Santos - MÁLAGA.
León

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El Barça y el Málaga aterrizaron en La Rosaleda atenazados por el miedo. Tanto los azulgrana, pese a sus dos últimas victorias, como los malacitanos, que habían empatado la semana pasada en Anoeta, necesitaban los tres puntos. Un objetivo que se enmascaró bajo un sinfín de imprecisiones. Ambos contendientes repartieron indecisiones por doquier haciendo gala de una nulidad ofensiva impropia de un choque de primer nivel. Pese a una salida explosiva, Motta y Dely Valdés se repartieron las únicas ocasiones de la primera mitad, los dos equipos carecieron de la voluntad ofensiva necesaria para desnivelar el marcador. Los errores en la entrega eran continuos y los atacantes restaban desaparecidos. Mientras tanto, los defensores se limitaban a controlar a sus rivales con inusitada facilidad. Kluivert y Overmars eran un islote muy semejante al que formaban Dely Valdés y Darío Silva. El Barça partió con una defensa cosida con retales y acabó con una retaguardia inédita. La mala suerte se cebó con Gerard. El azulgrana, que jugaba su segundo partido consecutivo como central, se lesionó en su rodilla izquierda a los diez minutos. Su sustituto, el canterano Oleguer, debutaba en la Liga. Esa variación no ocasionó demasiados problemas a la zaga azulgrana. Sin embargo, la gran problemática estaba en la construcción. El Barça, más preocupado de preservar su portería, dejaba la faceta goleadora en manos de un verdadero milagro. El Málaga tampoco le iba a la zaga. La lucha de Darío Silva era su mejor opción. Dely Valdés y Musampa estaban desconocidos y Sandro no lograba liderar la zona de construcción del cuadro de Joaquín Peiró. La monotonía y el aburrimiento rayaron a gran nivel en el inicio de la segunda mitad. La rutina era la más propicia para zanjar el partido con un empate a cero. En esas, Louis Van Gaal apareció valiente y corrigió su apatía inicial. A buenas horas.

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