Diario de León

OPINIÓN Ordoño Llamas Gil

El milagro de la freza

Un componente de la guardería examina la evolución de una tracha en aguas del río Órbigo

Un componente de la guardería examina la evolución de una tracha en aguas del río Órbigo

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León

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Es invierno, y los inviernos son las épocas en que las truchas deberían descansar, estar de vacaciones y al mismo tiempo prepararse para afrontar los peligros que les supone la dedicación a eso que llamamos procreación. No sabemos con exactitud si ellas lo consideran amor, y amándose se garantizan su sucesión o, por el contrario se trata de un acto instintivo que las obliga a agruparse con un relativo orden de preferencia dentro del grupo, por tamaños o edades, donde las hembras proceden a fregarse o frezar (por eso se les llama fregones o frezaderos a estos lugares escogidos por las truchas para desovar) frotándose a coletazos contra el grijo del fondo, formando pequeños hoyos donde depositan sus huevas, por encima de los cuales los machos sueltan su esperma, produciéndose la conjunción necesaria para lograr el milagro de la vida. Antes y después habrán de coincidir las condiciones apropiadas para llevar a buen fin este proceso, como son que el caudal de los ríos sea intermedio, sin sequías ni riadas, con la temperatura adecuada del agua (sin contaminar, para evitar la saprolegniosis) y con una vigilancia especial, exhaustiva si fuera necesario, para garantizar la tranquilidad de estos lugares, evitando en absoluto las intrusiones de furtivos y no autorizando ni siquiera a Icona para que haga uso de la pesca eléctrica o de red, para fines, según dicen, procreativos o estadísticos. Si se dan estas condiciones, todas las truchas que no sean híbridas o estériles aprovecharán la ocasión para desovar sosegadamente, aunque, por desgracia, ya quedan pocas que reunan estas virtudes y ello produce que la observación de los frezaderos sea mas bien pesimista, por la escasez de ejemplares que los componen. Si le añadimos las crecidas o las sequías, según los años, podremos darnos cuenta del estado en que realmente nos encontramos, que ciertamente es desesperante. Mientras tanto, nosotros dejamos transcurrir lentamente los meses fríos, descansando en nuestros cálidos hogares, en reposo todos los aperos de pesca, reponiendo nuestra mente de ilusiones perdidas o gastadas sobre suelos de piedras y lechos de aguas maltratadas, y con la esperanza de que la próxima temporada habrá cambiado todo para mejor, dejando que quienes nos dicen representar sean sesudos personajes con amplios conocimientos del medio, que dediquen su tiempo y esfuerzo en mejorar los escenarios de nuestras jornadas de pesca, haciendo pruebas sólidas de los proyectos iniciados en los despachos y dictando normas equitativas que favorezcan al conjunto, sin discriminar a nadie. Ellos serán quienes decidirán nuestro futuro. Ellos se arrogarán el derecho de sacarnos las castañas del fuego, indicándonos la múltiple variedad de nuestros deberes y la escasez de nuestros derechos. Ellos designarán los vedados y acotados, y su régimen. Ellos serán quienes nos ogligarán a todos a pescar a mosca, declarando perjudiciales (que no por obsoletas) todas las demás formas de pescar a caña, siendo muchos de ellos juez y parte en el conflicto, lo que determinará su inclinación o favoritismo, defendiendo su estatus. Ellos determinarán el cupo que casi nunca se cumple, unas veces por defecto (muchos ceros en zonas libres e incluso en cotos) y otras por exceso ( matando en zonas sin muerte, cogiendo truchas pequeñas, etcétera, pero muy pocas veces por haber pescado mayor cantidad, lo que sólo suele ocurrir en tramos recién repoblados). Ellos no moverán ni un centímetro para que las asociaciones de pescadores tengan representación y sean lo que debieron ser siempre, y no simples agrupaciones que se llamaban colaboradoras cuando Icona reconocía a sus asociados como acreedores a un trato especial, descontándoles el cincuenta por ciento del importe de los cotos adjudicados, por lo que se mantenían cobrando una cuota anual a cada asociado. El porvenir se presenta muy oscuro para la mayoría de estas asociaciones, únicos lugares donde una proporción ínfima de pescadores podían haberse hecho firmes con unos principios de solidaridad para todas las generaciones, además de imponer su criterio sobre las normas que todas las temporadas se crean o derogan. Y, mientras tanto, nosotros seguiremos sentados, descansando, confiados en que algún fontanero arreglará todas las averías de agua, y algún aprendiz de biólogo minimice la mortandad de alevines, y algún tintorero limpie la suciedad, y algún jabalí haga los senderos de las orillas, y algún ministrable anteponga a su afición por pescar y comérselas, el meter en vereda a las Confederaciones y sus adláteres, y a las Administraciones y sus normas equivocadas, y a democratizar los consejos de pesca, donde haya mas representación de los pescadores que de los funcionarios. Alguien que simplifique la burocratización que nunca jamás un pez tuvo sobre su existencia y explotación, etc. Nosotros dormiremos el sueño de los justos hasta que el acicate de la proximidad de la apertura de la veda nos despierte y comprobemos después que de todo lo soñado no hay ni rastro y que, como viene sucediendo desde hace muchos años, el panorama habrá empeorado un poco más, viendo que las truchas han desovado peor, y que de lo demás... más vale no seguir haciendo comentarios. Cuando llegue el momento de comprobar que nuestras ilusiones no son mas que eso, ilusiones perdidas en el tráfago de los desencantos, y que puedes llegar a desear que la apertura de la veda de la trucha no se celebre, quizá pretendas derivar hacia formas de pesca menos deterioradas, divirtiéndote con otra clase de peces mas abundantes, y tendrás que hacerlo pescando carpas en el pantano de Bárcena, porque las demás especies han ido desapareciendo de la cuenca del Esla, donde las bogas, tencas, lucios o blak-bass han quedado representadas por ejemplares solitarios, debido quizá al sistema empleado para la eliminación del lucio con la pesca eléctrica, y la contaminación. Sólo encontrarás a los barbos que suben a desovar durante el mes de junio, y también a los cachos y bogas de los pantanos. Comprobaremos de nuevo que el deterioro es progresivo y continuado en todos los aspectos, y que este año será fiel a estos principios sin excepción, y que nosotros, los pescadores, los aficionados a este deporte, seguiremos agachando la cerviz humillados ante tanta adversidad y desunidos por nuestro acusado individualismo, incapaces de nada que no sea la comodidad de esperar a que sean los demás quienes se ocupen de arreglar lo estropeado.

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