España cumple con paciencia

Aunque Joaquín firmó al final una diana extraordinaria, el extremo valencianista fue el jugador del partido, del típico duelo ante un rival humilde que aguanta bien hasta que el físico se lo permite. Más allá de la actitud, el juego y el resultado, fue una de esas citas que no sirven para extraer grandes consecuencias. Sí al menos para demostrar que no por alinear a más atacantes se garantizan el espectáculo y los goles y dejar patente que Valerón se pierde en la banda. En el momento de la verdad, cuando España se la juegue frente a un adversario de enjundia, seguro que Iñaki Sáez es menos osado y no alinea un once tan ofensivo, con Xavi, Valerón, Raúl y Tristán de partida. Entonces, se apelará al equilibrio, sobre todo en el centro del campo, y se plantearán los partidos con futbolistas más bregadores y defensivos. Y si no, al tiempo. Noches así, empero, sí resultan útiles para que la selección engorde sus números, se acerque más a los grandes certámenes y los jugadores convivan y se conozcan cada día más. Pero, sobre todo, vale para dar satisfacción plena a hinchadas enormes de ciudades pequeñas que, como León, se vuelcan de principio a fin con el equipo de todos. Un ejemplo en tiempos en los que se cuestiona si España tiene afición. Como bien advirtió Sáez, los armenios tuvieron buenas intenciones. Tocaron, no tiraron pelotazos y fueron osados. Su actitud fue encomiable, sorprendente. Pero, para su desgracia, carecen de experiencia y de contundencia. En momentos decisivos, son inocentes. Los armenios no están acostumbrados a ritmos altos de competición, no son resistentes y por eso se vinieron abajo físicamente antes de tiempo. Sáez resolvió el dibujo escorando a Valerón a la izquierda, pero con plena libertad para intercambiar su posición con Tristán y Raúl. Y el ensayo no funcionó. Cuando no se coloca a un especialista en la banda sino a un jugador con tendencia a irse hacia el centro, siempre se pierde profundidad. Como Roberto Carlos Sólo es positivo si el lateral es casi un extremo. Esto es precisamente lo que sucede en el Real Madrid, donde Roberto Carlos aprovecha los enormes espacios que le deja Zidane. Y Raúl Bravo tiene tendencia atacante, pero está a años luz de la calidad del lateral brasileño. El primer tiempo estuvo entretenido y parejo. Los armenios, con tres atrás y dos laterales de largo recorrido, tuvieron en muchas fases el dominio del juego y del balón. Dirigidos por su cerebro Petrosyan, pusieron en jaque a la desajustada zaga española y no marcaron de milagro, por su falta de pegada. Precisamente, el centrocampista del Young Boys falló solo ante Casillas y, poco después, su compañero Karamyan se lió con el balón cuando podía fusilar al portero madrileño. España sólo llegó más o menos bien cuando robó el balón y encontró la defensa armenia despoblada. Sin romper la banda, nada Con los armenios pertrechados, cero patatero. Ni Etxebe, ni mucho menos Valerón, rompieron por banda, y el tridente de lujo se perdió en acciones más preciosistas que efectivas.