El Valencia chocó con la mezquindad

Un partido feísimo, repleto de interrupciones, que se convirtió en la antítesis del espectáculo que el martes ofrecieron Madrid y Manchester. En San Siro no hubo espacios, ni facilidades, ni el más mínimo metro de ventaja. El Valencia sí intentó jugar pero fue incapaz de superar las barreras interistas, apoyadas por un árbitro casero que les permitió casi todo. Cúper demostró que conoce bien al Valencia. Pese a jugar en casa, decidió que el Inter regalara el balón y el dominio a los de Benítez, habitualmente con problemas para atacar y más dotados para contragolpear. Fuerte defensa, presión en el centro del campo y fútbol directo en ataque para buscar de Crespo y Vieri, dos delanteros excelentes que marcan diferencias porque a su olfato goleador suman poderío físico. Sin brillo, a base de trabajo y de rigor táctico, el Inter logró sus objetivos de defender bien y sorprender en alguna acción aislada. Y, además, marcó el gol soñado. Poco cambió tras el gol Poco cambió el panorama tras ese gol. El Valencia siguió dominando, tocando, demostrando que tiene más fútbol que el Inter, pero fue incapaz de romper la poblada zaga neroazurri y de llegar con peligro serio en toda la primera mitad. La presión che se intensificó en la reanudación. El Inter se atrincheró descaradamente para defender la exigua pero valiosa renta, como si fuese un equipo muy menor, y se dedicó a parar el partido a base de faltas. Y encima encontró la colaboración del permisivo Merk, quien se equivocó gravemente al expulsar a Albelda y Emre puesto que el valenciano no hizo aparentemente nada. Benítez vio cómo se le escapaba el partido y buscó una alternativa, más velocidad, con Angulo en lugar de Carew. Pudo empatar el Valencia en una gran internada de Aimar, entre tres defensores, que terminó con una excelente parada de Toldo, y en un tiro ligeramente desviado de Rufete. El Valencia tuvo paciencia pero no hubo forma, ni siquiera con Mista. La vuelta será tensa.