OPINIÓN Luis Villarejo
El escudo del Barça
Luis Enrique sacó de nuevo su orgullo para devolver la dignidad a un club, que se tambalea en la Liga y que promete sin alzar la voz en Europa. «Lucho» fue el «Lucho» de las grandes ocasiones. El que se envalentona, al que le hierve la sangre cuando ve enfrente una camiseta del Real Madrid. Luis jugó contra todos. Se picó con Helguera, llegó a las manos con Zidane, protestó al árbitro -Muñiz Fernández-, que es paisano suyo, y desquició a un público, que se quedó con las ganas de lanzarle de todo y que afortunadamente se guardó la batería de objetos para tirarla a la basura. El asturiano, acostumbrado a la bronca anual del personal de su antiguo equipo, se llevó de recuerdo el cántico habitual de «Luis Enrique, tu padre es Amunike». A él no le afecta. Hace años que no sólo no le resta fútbol, sino que además la frasecita con rima le genera un efecto multiplicador de motivación. Luis Enrique sabe que es el alma de este equipo, que es casi el escudo entero de esta entidad, cuyo entorno antes del partido era un poema. Nunca un equipo del perfil del Barcelona aterrizaba en el Bernabéu con tanto victimismo. De eso era consciente el futbolista asturiano, que tiró de energía, de vitalidad y de amor propio para intentar pintar la cara al Madrid. «Lucho» hizo un primer tiempo inteligente. Enredó y estuvo en todas las salsas. Antic, en el banquillo, apretaba los puños. Su carácter es el que pide a gritos a diario. Anda buscando Antic desde que firmó en el Camp Nou, un «heredero de Stoichkov», un futbolista por el que el técnico sentía especial aprecio. Luis Enrique mandó a la red un balón cuatro minutos después. Se fue lanzado a celebrarlo a un córner. Cayeron cosas, pero no voló ningún cochinillo. Para celebrarlo, un gesto más de provocación para poner un poquito más caliente al abonado del Madrid.