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OPINIÓN Adrián R. Huber

Fernando Alonso, benvingut

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León

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El circuito de Montmeló, en el que dentro de dos semanas se disputará el Gran Premio de España, quinta prueba del Mundial de Fórmula 1, recibirá un campeonato que ha recuperado la emoción, mayor aún para la afición local tras las expectativas creadas por el español Fernando Alonso. Prueba de que el Mundial 2003 ha roto con la monotonía impuesta durante la pasada temporada por la abrumadora superioridad de Michael Schumacher -que ganó su quinto título mundial- y de su escudería, Ferrari, es que el alemán, plusmarquista en victorias en Grandes Premios, ha tardado cuatro pruebas en subirse, por primera vez en lo que va de campaña, al podio. Cuando finalmente lo logró en el autódromo italiano de Imola, donde se disputó el Gran Premio de San Marino, lo hizo con tintes épicos, anotándose la sexagésima quinta victoria de su carrera deportiva, tan sólo unas horas después del fallecimiento de su madre, Elisabeth. «Schumi» ha vuelto a ganar y comienza a vislumbrar un histórico sexto título mundial sin precedentes, ya que sólo el argentino Juan Manuel Fangio había ganado con anterioridad, en los años 50, cinco títulos mundiales, pero esto ha sucedido después de cuatro pruebas que han acabado con cuatro ganadores diferentes. En las dos primeras carreras se impusieron los dos pilotos de McLaren, el escocés David Coulthard -en Australia- y el finlandés Kimi Raikkonen -en Malasia-, que inicialmente fue dado como ganador en Brasil, pero que tuvo que intercambiar el puesto final con el italiano Giancarlo Fisichella (Jordan) después de que así lo decretase la Federación Internacional (FIA). El Gran Premio de Brasil había sido suspendido debido al enésimo accidente provocado por las lluvias torrenciales que cayeron sobre el circuito de Interlagos, que protagonizó Alonso tras salirse de pista y chocar contra la valla protectora al tratar de esquivar los restos del Jaguar del australiano Mark Webber. El piloto asturiano ya había hecho florecer el fervor de la afición española en la segunda prueba de la temporada, en Sepang (Malasia), donde se convirtió en el piloto más joven en la historia de la Fórmula Uno en lograr la pole, la primera posición en la formación de salida de un Gran Premio. Un día después subió al primer podio de su carrera en Fórmula Uno tras concluir tercero, un puesto que repetiría dos semanas más tarde en el autódromo José Carlos Pace, en una prueba en la que acabó siendo atendido en un hospital. Las nuevas reglas han añadido emoción a las jornadas de clasificación y, por extensión, al Mundial, que está liderado por otro piloto joven, el finlandés Raikkonen, de 23 años, que se ha subido a todos los podios de la temporada y suma 32 puntos. Raikkonen encabeza el Mundial con trece puntos sobre su compañero el escocés Coulthard y juntos han logrado que, al menos de momento, McLaren -líder en el Mundial de constructores- haya puesto en entredicho la hegemonía de Ferrari. La presencia de Fernando Alonso hará que este año en Montmeló no sólo ondeen las banderas de España y de Cataluña. El circuito barcelonés quedará ''inundado'' por la masiva presencia de enseñas en las que la Cruz de la Victoria luce sobre fondo azul claro: las del Principado de Asturias, donde nació el piloto. «Llegar a España en cuarta posición del Campeonato, a solo dos puntos del segundo puesto, y a uno de Michael, era algo impensable al inicio de temporada», opinó Alonso tras su sexto puesto en Imola, donde volvió a puntuar, por cuarta vez en cuatro pruebas. «Será una carrera especial para mí y emocionante desde el punto de vista personal», dijo el asturiano, que no quiere defraudar a la afición y promete una entrega total: «Daré todo lo que llevo dentro, como hago siempre, pero en España, un poco más si cabe», apostilló Alonso.