El Barça juega ante su público su sexto asalto a la Euroliga
«¡Este año, sí!», exclaman con verdadera ilusión los miles de seguidores del F.C. Barcelona. Lo mismo dijeron en Sevilla cuando el humilde Steaua de Bucarest le arrebató el título a su equipo en la final de la Copa de Europa de fútbol. Y también antes de la final del 20 de mayo de 1992, cuando un gol de Koeman permitió al conjunto que entrenaba Cruyff lograr su única Copa de Europa. Nunca sirvieron de consuelo al club los continuos trofeos de balonmano o de hockey. Y jamás el baloncesto alcanzó la que ha sido su obsesión en los últimos 20 años. Hoy, a las 20.30 horas, con un Palau Sant Jordi repleto, el equipo catalán se mide al Benetton italiano en la final más favorable que jamás ha disputado: plantilla, ambiente y hados parecen que visten todos de azulgrana. Sería terrorífico plantearse lo que ocurriría caso de derrota. Quizás la afición concluiría con una oración demoledora: «Si no ganamos hoy, no lo conseguiremos nunca». Y es que el Barcelona se presenta a la gran cita -su sexta final- con una serie de hechos incontestables a su favor: jamás una final de la Copa de Europa contó con más de quince mil gargantas apoyando a un equipo; nunca el equipo azulgrana tuvo en su plantilla jugadores tan valiosos, con Bodiroga como indiscutible mejor baloncestista del continente; sólo una vez ha perdido en casa el cuadro barcelonista esta temporada, y nunca tuvo tantos obstáculos para llegar al duelo definitivo.