Excelso final a la eterna frustración azulgrana

Aliviados. El sentimiento era compartido por el aluvión de seguidores que forman la familia del Barcelona. Ginebra, con el antiguo sistema de competición; Munich, Zaragoza, París, en dos ocasiones; Tel Aviv, Roma y Atenas. La lista ya tiene punto y final. Barcelona es la escogida. Miles de frustraciones en el camino. Los Epi, Solozábal, Norris, Sibilio, Montero, siempre comandados por García Reneses, pasarán a segundo plano. Ya no se les recordará los fracasos. El Barça ya tiene su corona europea. Decía Epi que no sentirá este triunfo como propio después de tantas debacles. Aquella generación siempre llevará clavada esa espina. Los talentos azulgrana se toparon con la mejor generación de jugadores croatas de la historia. No obstante, es comprensible el sentimiento de Epi aunque algunos no lo compartan. En cambio, los socios y aficionados han visto la luz. De una vez por todas podrán borrar aquel tapón ilegal de Vrankovic a Montero, el talento de David Rivers o la potencia de Nate Huffman. La historia hace justicia. El Barça necesitaba formar parte de la Euroliga como campeón. El presidente de la sección de baloncesto azulgrana, Salvador Alemany, con el apoyo de Joan Gaspart, cambió el rumbo. Años atrás habían intentado contrarrestar la mala racha fichando a su verdugo. Bozidar Maljkovic, el cerebro de la mítica Jugoplastika, debía acabar con el suplicio. El fichaje no surtió efecto y el técnico se topó con su ex equipo. En el verano de 2002 se optó por un relevo más radical. El Barça fichaba a un incuestionable ganador: Svetislav Pesic. El entrenador yugoslavo disponía de un arsenal económico para montar la plantilla a su antojo. Pesic acortó el número de jugadores mediocres y fichó a estrellas de relumbrón. La gran apuesta era Bodiroga.