Vigo festeja el éxito del Celta en su camino a Europa

Vigo vive la resaca después de las celebraciones por la clasificación para la Liga de Campeones. Atrás quedó una larga noche de excesos, con calles repletas de aficionados y paseo en autobús de la plantilla, en lo que fue la mayor explosión de alegría del celtismo en su historia. Los festejos no son para menos, porque se trata de la primera vez que los olívicos jugarán la máxima competición continental, siempre que superen la eliminatoria previa del mes de agosto. Además, el fútbol gallego está de enhorabuena, porque dos de sus equipos representarán a esta Comunidad en los principales campos del fútbol europeo. Galicia se convierte en la segunda autonomía española en contar con dos conjuntos en el más importante torneo de clubes de Europa, después de que Madrid lo lograra con Real y Atlético. La entrada en la Liga de Campeones es, fundamentalmente, el triunfo de un hombre, Miguel Ángel Lotina, técnico cuestionado por muchos a lo largo de la temporada, pero que con su estilo, poco vistoso pero efectivo, ha situado al Celta en donde no pudo hacerlo Víctor Fernández. Lotina tuvo que aguantar las comparaciones con su predecesor, aunque no renunció a su manera de jugar, materializada en grado máximo con su famoso trivote frente a Deportivo y Real Sociedad, y en un planteamiento defensivo en el Bernabéu. Pero han sido esos tres partidos los que han confirmado la presencia céltica en la elite futbolística. Llantos olvidados Ahora ya nadie se acuerda de los pitos en Balaídos a hombres como José Ignacio o Catanha, ni de los problemas psicológicos de Mostovoi, ni de una deuda económica cada vez más grande. De lo que habla la afición en estos momentos es de que el próximo año la rianxeira sonará en Europa. Todo ello porque tras cinco años de intentos frustrados, el equipo olívico logra su sueño y rompe con el estigma perdedor fraguado a base de finales de Copa nefastas y de eliminaciones en la UEFA. Este mismo año y como en temporadas anteriores, los aficionados luchaban por autoconvencerse de que su equipo, en los momentos cumbre, esta vez sí lograría su objetivo de meterse en la Champions.