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Publicado por
LUIS VILLAREJO
León

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CARLOS Queiroz no ve problema alguno en la convivencia táctica Figo-Beckham. El ilustra este conflicto táctico con una frase que hoy, con su más que segura llegada al Madrid, cobra vigencia: «Los buenos futbolistas siempre son compatibles. El día que Pavarotti, Plácido Domingo y Carreras no puedan cantar juntos, ese día se acabará la música». Y es que Carlos Queiroz, es un tipo que va a dar juego. Llega con la presión de suceder a Vicente del Bosque, posiblemente el entrenador más popular de este país, al que más cariño le demuestra la gente en la calle. Queiroz y Del Bosque cuentan con un denominador común, su pasión por sacar futbolistas de la cantera. Son dos enciclopedias del fútbol juvenil. Queiroz es didáctico. Le gusta hablar de fútbol. Habla cuatro idiomas. Y la prensa que acuda a diario a los entrenamientos, tendrá una mina con él, si el entorno es el lógico. Pausado, reflexivo, culto, Queiroz tuvo su primera fase educativa a finales de los ochenta e inicios de los noventa cuando armó un equipo sub'20 invencible, que sentaba a todo Portugal en casa para ver sus partidos por la tele. Aquella época, con esos chicos, fue inolvidable. Queiroz anunciaba donuts en las calles de Lisboa y los jugadores lusos eran idolatrados en todo el país. Los estudiantes veían como aquellos chicos de su edad arrasaban por todo el mundo. Se sentían identificados. Aquel Portugal de imberbes vendía, tenía buena imagen. Ganó Queiroz el Mundial de Arabia, en 1989, y también el de 1991, en Lisboa, en el estadio de La Luz ante más de 100.000 personas. Figo, Joao Pinto, Rui Costa, Jorge Costa, Peixe, Bino... Todo una generación que se inventó él y al que le faltó la púrpura de un doctorado, que esos jugadores esperan refrendar por fin el próximo verano en la Eurocopa. Si gana Portugal su Eurocopa, buena parte del éxito -su columna vertebral- será suyo. Queiroz es un hombre FIFA. Bien visto en la sede de Blatter en Zúrich. Habitual de sus comisiones técnicas, ha redactado multitud de informes para ayudar a la mejora de este deporte. Receptivo, ciudadano del mundo, es un aventurero con crédito, al que sus dos Mundiales le abrieron las puertas de todo el mundo. De Japón, de EEUU, donde dirigió en Nueva York a los MetroStars, y de Sudáfrica, selección a la que puso en el Mundial de Corea y Japón, y a la que tuvo que dejar por un conflicto de intereses con el presidente de la federación.

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