Diario de León

Armstrong vence en Luz Ardiden y se acerca al «club de los cinco»

El estadounidense se sobrepuso a una caída y remontó para lograr el triunfo final en solitario

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Benito Urraburu - luz ardiden
León

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Una bolsa amarilla que un chaval tenía en su mano, al lado de la carretera, estuvo a punto de dejarnos sin Tour de Francia, mejor dicho, sin el espectáculo que unos metros después comenzó a dar Lance Armstrong. Faltaban 9,5 kilómetros para la llegada. En ese punto, el maillot amarillo se fue el suelo a plomo, de una forma espectacular, y arrastró con él a Iban Mayo. Los dos seguían a Ullrich. Armstrong volvía a hacer un extraño con su bicicleta. Se le salió el pedal, nuevamente con Mayo detrás, poco después. Los nervios, el ansia por atacar que tenía el líder, le jugaron una mala pasada. Quiso hacer tanta fuerza sobre el pedal que se le salió el pie. Su momento estaba llegando. Mayo debió de pensar que seguir al maillot amarillo no era ninguna garantía puesto que su integridad estaba en peligro. En el momento de la caída de Lance Armstrong el grupo de cabeza ralentizó su marcha, a instancias de Tyler Hamilton, fruto quizá de la emotividad del momento, y del propio Ullrich. No tenía ninguna justificación esa actitud puesto que lo mismo hubieran tenido que hacer cuando Joseba Beloki se cayó, por no irnos más lejos en el tiempo, aunque aquél percance fue en bajada y cerca de la meta. Son circunstancias de carrera, no deseables para nadie, pero que pasan. Tanto Armstrong como Mayo se recuperaron rápidamente y enlazaron con el grupo de mandaba en la prueba. Luego, cuando quedaban siete kilómetros, Armstrong atacaba de forma definitiva. Cogería al francés Sylvain Chavanel, que se mantenía en cabeza desde prácticamente el comienzo de la etapa, le daba una palmadita y se iba derecho al triunfo. El final de la carrera resultó movido, con un Jan Ullrich que parecía hinchado, como el día en que se llegó a los Alpes, en el Tour que terminó ganando Marco Pantani, en 1998, y no pudo seguir a un Armstrong que hoy sí recordó al de sus grandes días. Demostró que nadie se conoce mejor que él mismo. Volvió a sacar a relucir su molinillo, ya saben, las pedaladas que consigue dar en un minuto, y se salvó de perder el Tour. Ha alargado el desenlace final. Lance Armstrong ha esperado el día más complicado para sus rivales, incluso para él mismo, a la hora de atacar por primera vez en este Tour de Francia. Después de cuatro etapas intensas en esfuerzos, cuando normalmente todo los corredores del Tour van justos de fuerzas, incluso los mejores, a él le quedaron arrestos para moverse y salvar un posible triunfo en el que sería su quinto Tour de Francia consecutivo.

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