Diario de León

El Real Madrid golea, asusta y se divierte en su debut continental

El onmipresente Beckham lideró otra exhibición galáctica ante un Olympique muy flojito. Un error priva de la victoria al Celta

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Ignacio Tylko - madrid
León

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Un espléndido Madrid con un Beckham omnipresente comenzó en plan campeón su andadura hacia la décima. No sólo pasó por encima del Marsella sino que atemorizó a futuros rivales. Marcó cuatro, pudo hacer otro siete y desarboló por completo a un líder francés que comenzó valiente y terminó anclado en el pasado, con marcajes hombre a hombre. Por Chamartín la gente vibra y, al menos por ahora, ya nadie recuerda a Makelele. Salvo los desajustes defensivos recurrentes y la escasa tensión inicial y final, el Madrid funcionó como una máquina infalible, como un equipo incluso. Con Beckham como mediocentro, junto a Cambiasso, es un once que a la inmensa calidad de sus jugadores suma el equilibrio, el orden. Si no hay lesiones y juega motivado, tiene pinta de invencible. Si la elegancia del majestuoso Zidane, la pegada de Ronaldo, la proyección y remate de Roberto Carlos y el buen momento de Salgado son de sobra conocidos, mención especial se merece Beckham. El inglés está enchufadísimo a este proyecto, muy involucrado e integrado. Parece que lleva toda la vida en el Madrid. Se ofrece siempre, apoya y da salida a sus compañeros, corre, trabaja, roba, hace faltas y tiene un guante en la derecha. Es un filón y ya convence incluso a los escépticos. El Real Madrid tardó en entrar en el partido exactamente lo mismo que el Marsella en anotar el primer gol. Fueron 25 minutos de tanteo, anodinos, sin grandes noticias ni jugadas reseñables. Era como si los blancos aún no hubiesen bajado de la nube, de la euforia originada por los siete goles endosados al Valladolid. Jugaban con una marcha menos, sin la tensión exigible. El gol de Drogba, que se vio libre de toda vigilancia junto al punto de penalti, provocó el súbito aterrizaje sobre el césped de los galácticos. Con ése Beckham enorme, un Zidane inteligentísimo y Salgado y Roberto Carlos dispuestos a entrar hasta la cocina marsellesa, el Madrid firmó 20 minutos espléndidos hasta el descanso. En apenas ocho minutos, los de Queiroz decantaron el partido de su lado. Fueron dos acciones deliciosas, de alta escuela. Pero la fiesta continuó y le regaló en bandeja de plata el gol a Ronaldo, que sentenció tras el descanso. En los minutos basura, el Marsella consiguió maquilla el marcador tras un córner.

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