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Roberto Heras arrebata la Vuelta a Nozal en una sensacional cronoescalada

La meta de Abantos se convirtió en una tragedia personal para Isidro Nozal, en un llanto descontrolado, natural, para Heras. Los dos derramaron lágrimas. El ganador de la etapa, por toda la tensión acumulada.

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colpisa | alto de abantos

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La ruleta de la vida giró de una forma brusca para Isidro Nozal y lo hizo de una forma amable para Heras, el mejor escalador del mundo, el corredor que cuando fichó por el US Postal nos privó de ver como Lance Armstrong podía sufrir en la montaña del Tour de Francia. Heras se ha dejado unos años importantes, igual los mejores, trabajando para el corredor americano. Las de Isidro Nozal eran el despertar de un sueño que se rompió de una forma brusca, dramática. Abantos quedará marcado en su vida deportiva para siempre, a sangre y fuego, con uno de esos dolores interiores que sólo el tiempo puede curar. Son heridas que nunca terminan de cicatrizar. Pasó, en esa cronoescalada, que el líder, Isidro Nozal, se bloqueó. Le pudo la presión, la responsabilidad, el cansancio y se dejó, kilómetro a kilómetro, el jersey oro. Fue como si la vida se le estuviese escapando segundo a segundo, sin poder hacer nada para evitarlo. Crono perfecta Roberto Heras volaba desde el comienzo. A Nozal le pesaban las piernas, le dolía el alma. «Yo sé lo que podía sentir Nozal en esos momentos, cuando sabes que estás perdiendo la Vuelta a España, que te van cayendo segundos. Lo viví el año pasado en la contrarreloj de Madrid», explicaba un Heras que se mostró compresivo con Nozal. Era el todo o la nada. Le sacó tiempo desde el primer kilómetro. Cuando se llevaban cuatro eran 35 segundos los que perdía Nozal. En el kilómetro 5, la diferencia se iba a los 47 segundos. En el único punto del recorrido en el que no aumentaron las diferencias fue en el kilómetro seis, con 45 segundos a favor siempre de Heras. Los 5.200 metros que faltaban hasta la meta fueron un descenso a los infiernos, un abismo que parecía no tener final, un túnel en el que nunca se ve la luz. El hundimiento total de Isidro Nozal llegó en el kilómetro nueve. Tenía perdida la carrera. Nozal cedía 2.23. Había sido su peor etapa en toda la Vuelta a España, en el momento más inoportuno, en un día clave.

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