Diario de León

El Madrid se aferra a la virtud de definir contra el vicio de sestear (1-3)

Nuevo triunfo de los galácticos a base de acierto en los metros finales tras un partido gris

Ronaldo se quedó sin marcar a consecuencia de la fuerte vigilancia a que se vio sometido

Ronaldo se quedó sin marcar a consecuencia de la fuerte vigilancia a que se vio sometido

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Guillermo Ibáñez - oporto
León

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El Real Madrid de Queiroz, cada día más parecido al de Del Bosque en todas sus excelencias y miserias, tiene un pie en los octavos de final de la Liga de Campeones tras imponerse al Oporto gracias a su inigualable contundencia. No jugaron nada bien los blancos, pero goles son amores y Casillas un portero inmenso. Frente a un rival animoso, corajudo y con calidad suficiente para haberlo ganado todo la temporada precedente -Liga, Copa y UEFA-, el Madrid venció con relativa comodidad. Como tantas veces hacen los más grandes, no le hizo falta emplearse a fondo ni realizar un fútbol sobresaliente para resolver la cita con tres golazos, obra del reaparecido Helguera, Solari y Zidane. Completó el Madrid una digna faena de aliño, pero debe corregir viejos errores de actitud y concentración si no quiere complicarse la vida cuando, a final de curso, lleguen los exámenes de verdad, esas tres o cuatro citas en las que te juegas el todo o la nada, normalmente frente a adversarios italianos o alemanes. El Madrid salió con el freno de mano en Das Antas. Como tantas veces le ocurre, anduvo contemplativo y no reaccionó hasta que no recibió castigo y vio las orejas al lobo. Sin Beckham y con Raúl en el banquillo, recién salido una lesión, Queiroz hizo la apuesta menos osada. Cumplió lo previsto al situar a Helguera y Guti en el medio pero dejó fuera a Portillo y se decantó por Solari, sobre el papel más trabajador y menos llegador que el de Aranjuez. Los 'Dragones' impusieron un fuerte ritmo de inicio y, exactamente igual que hizo el Valencia en Mestalla, se adelantaron recién iniciado el partido. Deco ejecutó una falta, un tapado Casillas desvió como pudo y Costinha no perdonó con la testa. Los defensores blancos sólo miraron atónitos el triste desenlace de la jugada. Un presionante Oporto, con el brasileño nacionalizado luso Deco en plan figura, desnudó por completo al Real Madrid durante más de 20 minutos y, a buen seguro, provocó que alguien echara de menos a Makelele. Y sobre todo a Beckham, por su facilidad para dar salida al balón y, sobre todo, por el trabajo stajanovista que realiza desde que llegó al Madrid. Guti no aparecía, Helguera no se hallaba, Pavón y Raúl Bravo se sacaban el balón como buenamente podían y Ronaldo no recibía en condiciones. Pero el Madrid se mantuvo en pie por las apariciones en banda de Figo y Solari, de largo sus mejores hombres. Y, una vez más, por su descomunal pegada, que le permite sacar máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo. La primera vez que el Madrid engarzó una jugada notable, empató. Solari se sacó un gran centro con la derecha -su pierna mala- y Helguera cabeceó libre de marca, pero como mandan los cánones. Desde se minuto, el 27, hasta el descanso, el Oporto fue un juguete en manos del Madrid, que remontó cuando Solari definió un excelente contragolpe. Ni siquiera volvieron a sufrir los blancos en el par de minutos que estuvieron con nueve a causa de una brecha de Zidane en la coronilla y un golpe de Salgado en la rodilla. El Madrid reincidió en los mismos errores y virtudes en la segunda mitad. Salió a esperar demasiado al Oporto, que arriesgó con la entrada de McCarthy y Bosingwa -más tarde Mourinho introdujo también al ex donostiarra Jankauskas- y por momentos se mereció que le empatasen. Pero mientras el Oporto mareó la perdiz y no golpeó, Zidane remató la faena con un excelente derechazo. A partir de ahí, baño del Madrid.

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