Diario de León

Juanín marca el penalti final sobre Colón y España gana la Supercopa (28-29)

La representación de Ademar en la selección resulta decisiva para la consecución del título

Publicado por
Luis Errazquin - enviado especial | riesa
León

Creado:

Actualizado:

El balonmano ha dejado de ser uno de los deportes en los que España no sabe ganar en el último minuto. La selección logró ayer el mayor éxito de su historia al derrotar a Alemania en la final de la Supercopa de Naciones, disputada en el país germano por los seis mejores equipos del mundo. Parte del mérito le corresponde a Argilés por la confianza otorgada, la misma que volvió a dar hoy al benjamín de la selección, Raúl Entrerríos, quien tiró mal pero dirigió bien. Por si los alemanes no tuvieran bastante con los zambombazos de Beláustegui, su estrella principal, el extremo Kretzschmar, vio por enésima vez cómo los porteros Hombrados y Barrufet le amargaban el partido. Otra de las consignas básicas de Argilés era entorpecer todo lo posible las conexiones de los centrales con el mortífero pivote alemán Schwarzer, cuya eficacia hasta la final era del 90%: hoy no metió ningún gol, y Kretzschmar tampoco. El peligro alemán venía de un artillero alocado pero de gran talento, Zeitz, y de otros dos con mucho más músculo que cerebro, pero muy molestos, Hens e Immel. De modo que al final de la primera parte y el principio de la segunda, Argilés jugó sus estratégicas bazas de buen aficionado al ajedrez: cambió la defensa en línea por otra con un hombre avanzado para impedir la exhibición de los bombarderos alemanes, e introdujo la réplica de Zeitz en versión española, Iker Romero. El vitoriano, que había descansado los dos días anteriores por los problemas que arrastra en su rodilla derecha, salió como una moto y, a pesar de algunos errores, cumplió su misión: enloquecer a los defensores alemanes, que ya no sabían si presionar más al zurdo Beláustegui o al diestro Romero. Así se hizo el hueco en el marcador (22-25 a doce minutos del final) pero, como si los españoles le hubieran cogido gusto en los tres días anteriores a jugar últimos minutos de infarto, fallaron varias oportunidades de dar la puntilla. Quizá fue mejor así, porque ello permitió que España corroborase que su selección de balonmano ya tiene la vitola de los ganadores natos, capaces de triunfar cuando la tensión se corta a cuchillo, y con 5.400 gargantas vociferando en contra. Este triunfo, que se une a las cinco medallas -dos de plata y tres de bronce- logradas desde 1996 (tres en Europeos y dos en Juegos), es más meritorio que el de la Supercopa de 1991 porque el nivel de los rivales de entonces era inferior. Y, sobre todo, porque sin Duishebáiev, Masip ni Garralda, , España se consolida como una potencia mundial de prometedor futuro.

tracking