Los desequilibrios del Real Madrid salen a relucir de una sola tacada (4-1)

Un Sevilla extraordinario, con un Reyes pletórico que reclama la titularidad en la selección española, desnudó por completo a un Real Madrid esperpéntico que al cuarto de hora ya perdía 3-0. El equipo de Queiroz exhibió en el Sánchez Pizjuán, juntas, todas las carencias y desequilibrios que desde el verano se adivinaban a causa de la valiente pero arriesgada apuesta de Florentino Pérez por la política de Zidanes y Pavones. En un primer tiempo humillante, el Madrid evidenció su falta de banquillo, ausencia de centrales marcadores, de esos de rompe y rasga, problemas para la salida del balón desde atrás y poco músculo en el centro del campo para la disputa ante adversarios que muerden. De repente, hubo muchos madridistas que se acordaron de los olvidados Makelele y Hierro. Además, Joaquín Caparrós, un gran táctico que se conoce de maravilla todas las plantillas de la Liga española, dio un repaso en toda regla a Carlos Queiroz, que todavía no sabe muy bien por donde se anda, al menos por lo que a las características del adversario se refiere. En la noche más negra de Queiroz, sólo le quedó señalar como culpable directo del desaguisado al joven Rubén, al que retiró a los 25 minutos de juego para dar entrada a Solari. La imagen de Rubén llorando en el banquillo, tras abandonar el terreno de juego y recibir un gesto complaciente de Queiroz, lo dice todo. La reacción del campeón en la segunda mitad sirvió al menos para comprobar que sus jugadores tienen orgullo y carácter, que Ronaldo no ha perdido su capacidad para fabricar goles prácticamente de la nada, y para evitar una afrenta histórica del Real Madrid. Al menos, ya hubo dos equipos sobre el césped. Sobraron la patadita de mal perdedor de Guti, que le valió la segunda amarilla y la expulsión, y la roja a Darío Silva tras ver la segunda amonestación no se sabe muy bien por qué.