Diario de León

Vedados de ficción

Por muchos letreros que se pongan no limitarán nada si los ríos no están vigilados. Y si no están vigilados, ¿para qué se vedan? ¿Para qué se acotan, si no es para recaudar? 1397124194

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Ordoño Llamas Gil - león
León

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Lugares donde está terminantemente prohibida toda intervención con fines extractivos de las truchas que se supone habitan en ellos (salvo las medidas de protección que estime oportunas el Icona, según se desprende del Artçiculo 10.5, incluso sin consultar previamente al Consejo de Pesca, si fuera una medida urgente. Este apartado de las normas es lo suficientemente ambiguo para que pueda valer para todo). También se sabe que lo son por los carteles situados en las márgenes, del principio al fin de cada uno. Se han escogido probablemente como puntos estratégicos adecuados para el mantenimiento y la supervivencia de la especie trucha, habiendo sido anteriormente muy vulnerables por todos los procedimientos durante el estiaje, y por ser un ecosistema perfecto para la cría, o bien como lugares de almacenaje de un stok de piezas sin peligro de envenenamientos por contaminación etcétera, criterios muy loables si tenemos en cuenta el extremado declive por el que se desliza esta especie actualmente. Pero ello significa que hay una tendencia generalizada entre quienes lo disponen, para culpabilizar a los pescadores de caña de la exterminación efectuada en muchos de estos lugares, por lo que se les penaliza siempre a los mismos para que no pesquen en los sitios designados como vedados. Asunto concluido y recuperación inmediata de la población piscícola, pues ya tenemos controlados a los elementos principales: los tramos, los pescadores de caña y los bañistas diurnos con sus familias, pero... Cuando llega la noche entran en movimiento las demás fuerzas de devastación, y si tuviera uno los ojos de un búho podría distinguir cómo se mueven las sombras alargadas de los furtivos maniobrando en muchos de estos vedados impunemente, sin miedo alguno a ser descubiertos, pues nos hallamos en la era de las cuadrillas, que utilizan medios muy sofisticados para ejercer la vigilancia y avisar del peligro y, si fuera necesario, enfrentarse a quienes osasen interrumpirles. Los procedimientos son varios, desde la obsoleta garrafa, pasando por los envenenamientos hasta llegar al procedimiento eléctrico (ideal para el furtivismo moderno), e incluso a mano si el lugar es apropiado. Los teléfonos móviles han pasado a formar parte del instrumental necesario para pescar tranquilos, sin sobresaltos. Con ellos podrán avisar a distancia de la llegada del guarda (que lógicamente no se producirá a título individual, pues podría salir escarmentado como a veces parece ser que ha ocurrrido). Conversaciones de bar En la barra del bar escuchas a un desconocido que comenta en voz alta, sin recato alguno, de la aventura nocturna de unos amigos que fueron a pescar a un vedado y sólo consiguieron sacar tres kilos de truchas, a pesar de ser duchos en el oficio, lo que desmostraba, según él, que tampoco había truchas en muchos vedados. Como no eres quien para abordarle con objeto de que se identifique él o que te informe de la identidad de sus amigos, te limitas a hacer cábalas sobre la veracidad de su relato, y en tu fuero interno maldices tu inoperancia. Después piensas en que esto quizá no sea un hecho puntual, sino una práctica relativamente generalizada que, si se practica, será debido sólamente al abandono de la vigilancia nocturna por razones de horario laboral del personal de guardería, pues es lógico que nadie tenga un trabajo que le ocupe las veinticuatro horas de cada día. Sería razonable, e incluso obligatorio, disponer de personal suficiente y bien remunerado para organizar las necesarias salidas nocturnas diarias (no de una vez al mes) de grupos de mas de dos guardas, que vigilasen alternativamente todos los vedados designados sobre el papel (en los que se han colocado letreros que los distinguen), si bien debiera de ser también obligatoria en todos los otros tramos de acotados y ¿cómo no? zonas libres, tan desamparados y olvidados durante el día, que también son del Señor, y que se incluyen en las zonas denominadas trucheras, a las que tienes que acceder provisto de una licencia e incluso permiso, pero sólo en la desveda. Sería probablemente tan fácil como trasladar el presupuesto para la exterminación del lucio en las zonas bajas, destinándolo a la vigilancia real y efectiva de las zonas trucheras en los lugares más críticos, aumentándolo en lo que fuera necesario. Vehículos no parece que se necesitase adquirir más, puesto que los que hoy utilizan los guardas durante el día, que pueden catalogarse como una flota moderna de todoterreno, y que duermen plácidamente en sus cocheras, podían rodar durante las noches sin reclamar horas extras y cumplirían bien el cometido para el que fueron adquiridos. Una noche buena Cualquier noche es noche buena también para volcar el el río todos los detritus fecales de los establos de vacuno y naves de cerdos, así como de los ácidos con que limpian sus depósitos o calderas ciertas empresas, o los sueros sobrantes de la leche, o la limpieza de fosas de decantación y depuradoras. Pasarán ocho o diez horas en que el río hará lo imposible por arrastrar tanta porquería, para estar limpio (es un decir) cuando llegue la aurora, y sus vedados y acotados presentables para pasar una revista ocular superficial. Y para paliar los efectos del furtivismo nocturno sería conveniente, aunque parezca contraproducente, informar a la opinión pública sobre que los horarios de trabajo de la guardería no serían sólamente diurnos, sino que se verían incrementados notablemente con incursiones nocturnas de guardería preparada al efecto, respaldada judicialmente por completo en casos de enfrentamientos graves. Puede que diera que pensar a los furtivos. De lo que todos estamos convencidos es de que por muchos letreros que se pongan no limitarán nada si no están vigilados. Y si no están vigilados ¿para qué se vedan?. Es lo mismo que ocurre con los acotados: si no están vigilados y no tienen casi truchas ¿para qué se acotan, si no es para recaudar? Y en lo libre... ¿para qué, qué? Digamos la verdad: en vez de 3.000 kilómetros de ríos trucheros, sólo tenemos (si incluímos los escenarios deportivo-sociales y los acotados intensivos, todos ellos de repoblación preferente)... ¿treinta..., cuarenta..., sesenta...? ¡Ya serán menos kilómetros! Los demás podremos catalogarlos como zonas residuales de un pasado glorioso, venidas a menos a consecuencia de un cataclismo ambiental y cacao mental de los que no será nada fácil recuperarnos. Otra solución salomónica podría ser hacerlo todo vedado y así nos podíamos evitar una relación tan súmamente larga de todos los tramos y normas incluídos en este régimen, pero... ¿qué sería entonces de toda la burocracia nacida al amparo de las pobres truchas?

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