España falla en otro partido clave y viaja sin decidir a Oslo
No hay excusas. Si España no es capaz de hacer bueno el exiguo 2-1 en la gélida Oslo, se quedará fuera de la Eurocopa por sus propios deméritos.
Caótica, nerviosa y con un Iñaki Sáez que tardó 68 minutos en verle las orejas al lobo y mover el banquillo, fue incapaz de resolver la repesca en Mestalla y ganó gracias a un postrero y afortunado gol, aunque luego pudieron llegar más. Y no hay que llamarse a engaños porque Casillas fue el mejor, con dos paradas soberbias que aún permiten mantener la esperanza. España, que fue otra cuando salieron, demasiado tarde, Valerón, Joaquín y Vicente, sigue complicándose la existencia víctima de sus tradicionales errores y de su estigma de equipo perdedor. Sufre cuando la situación es de máximo riesgo por sus recurrentes despistes y desajustes defensivos, su funcionamiento a impulsos, nunca como equipo, y su falta de contundencia. La misma ausencia de pegada que le llevó hasta la repesca por su incapacidad de marcar ante Grecia e Irlanda del Norte. Falló casi todo, menos en la casta y el orgullo. En especial, la dirección desde dentro, por la falta de un organizador en toda regla, y desde fuera. Sáez no supo leer bien el partido y careció de recursos para improvisar y corregir sobre la marcha. Tardó un mundo en cambiar y sólo arregló en parte el desaguisado a partir del minuto 68. Por ejemplo, aguantó todo el partido con Puyol como lateral zurdo, a pesar de que toda España vio que sobraba un defensa. El técnico vasco reclamó máxima paciencia la víspera y desde el arranque se vio que tanta necesidad de triunfo derivó en peligrosas urgencias. Exigió máxima concentración los 90 minutos, y atrás no la hubo. Y alertó del peligro noruego en los balonazos, faltas, córners y segundas jugadas, y España no las supo resolver. A la selección nacional le falta de toda la vida un estilo definido, más allá de la tópica y manida furia, y un «killer», el típico ariete que cuando se planta solo ante el portero va a lo práctico y se deja de virtuosismos. Torres, aún en formación, es un gran jugador pero no un matador del área. Dejó la sensación de que aún este tipo de citas le vienen grandes. La «Raúldependencia» resulta alarmante. Monólogo estéril Como se adivinaba, el choque comenzó como un monólogo español. Los noruegos, con ese 4-1-4-1 que en realidad se convierte en todos atrás y Flo arriba, a buscarse la vida y pelear contra todos como un jabato, regalaron el terreno y el balón a los de Sáez. Sin hacer un buen fútbol, España debió de adelantarse y encarrilar la eliminatoria. Pero Flo, quizá en falta, le robó la cartera a Helguera e Iversen volvió a dejar con un palmo de narices a los españoles. Nadie quería creerlo pero Noruega se puso 0-1 al cuarto de hora. Todo cuesta arriba, pero un mundo por delante, más si cabe cuando Raúl le ganó por arriba a los vikingos en un balón parado. Volver a empezar, aunque España se marchó al descanso ya impotente, y lejos de mejorar, España se atascó aún más en la reanudación. Tanto que animó incluso a los noruegos, que si no volvieron a adelantarse fue por la prodigiosa y salvadora mano de Casillas. Sáez no movió ficha hasta 22 minutos del final y fue a piñón fijo. Con 1-1 y ante Noruega, introdujo al añorado Valerón pero retiró a Torres, el delantero centro. Y a menos de 15 para el final, cambió las bandas al apostar por Vicente y Joaquín en lugar de Reyes y Etxebe. El dibujo, idéntico, aunque España vivió a partir de ahí sus mejores minutos y, cerca del final, llegó el afortunado gol salvador.