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MARRO
León

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¿MÁS CATEGORÍAS? «No gracias, que hay que repartir entre más» (premiados). Mejor -para los ganapremios actuales- que «el reparto» siga concentrado en los mismos de casi siempre. Tal es el mercantilista planteamiento de casi todos; su pesetera filosofía. Desinteresado posicionamiento como se observa y pensando siempre en lo mejor para el desarrollo y el futuro de la Lucha Leonesa; o sea lo mejor para su propio y exclusivo presente. Por lo mismo ¿Lucha Femenina? «Más reparto, no gracias». Cuando la lucha femenina hasta en las folklóricas luchas celtas se diferencia y separa de la masculina; y cuando con el arbitraje femenino en los corros, hace 10 ó 12 años se apostó -en el plano femenino- por la evolución renovadora. Pues frente a ello reiteramos la realidad 2003: si juveniles e infantiles prácticamente en blanco, «juvenilas e infantilas» absolutamente en blanco en competición federativa. Así las cosas, así de mercantilistas, lo pomposamente calificado de reforma del reglamento, acaba -y empieza- siendo un lavado «de cara y descaradamente de cara a la galería»; a cubrir las apariencias, calmar el guirigay, salir del paso y hasta otra. Pero ni se aborda, ni tan siquiera se plantea, meterle el diente a lo citado del aumento de las categorías (semiligeros...) o la incorporación de la lucha femenina. Y mal se puede plasmar en normativa reglamentaria, aquello que reiteradamente se descuida y hata se ignora como esos tres ejes de futuro que representan la cantera (lucha de base), los clubs (se arrancó con 7 en 1985 ¿y ahora, los mismos o uno más? Y esa otra gran asignatura pendiente que es la televisión. «¡Lejos de nosotros la funesta manía de pensar!»... y menos aún de hacer autocrítica. ¿Más Reglamento? También en serio y no para la galería. Por ejemplo, unidad de criterio (?) arbitral. Y dentro de ello otro ejemplo entre tantos (ley de la ventaja, agarre, desplantes, forcejeo postcontacto suelo...): para una vez que actúan con sentido «los Sres. Colegiados» penalizando pasividad a ambos contendientes, no falta algún instruido luchador saliendo con que a ver cuándo se la señalaban -la pasividad- a uno solamente y sin caer en la cuenta de que si uno no ataca pero el otro sí lo hace el combate no es pasivo y consecuentemente no cabe apercibimiento de pasividad a ninguno. Total, reforma del reglamento... pero a fondo. Sí a la reforma pero total y hasta sus últimas consecuencias. Y debate y consensuada mayoritariamente. Y un no rotundo a la camelística reforma para salir del paso e ir tirando sin más pretensiones. Reglamento aparte y yéndonos al contrapunto de la cantera ¿qué se hace con y por los luchadores veteranos? (no quien se atecha federativamente o quien trata de hacer méritos mediante «poéticos panfletos» proclamando excelencias y logros para reclamar gratitudes y homenajes en encubierta campaña electoral). Al aficionado le encandila verles intervenir de nuevo -a los veteranos- y a ellos mismos más aún. En las «veladas homenaje al aficionado» de finales de la década de los ochenta, la emotividad para el espectador y la más sana de las motivaciones para sí la aportaban simpere los veteranos en la disputa -todos contra todos a un minuto por combate- de los 3 «gallocampeones» a adjudicar mediante puntuación de un jurado de expertos y valorando su actuación en función de peso y edad (datos que al público también se le hacían llegar por megafonía y sin pudor alguno). Todos se empleaban a fondo, sin concesiones, tratando de lucirse y brillar (puntuaba más ésto que «amarrar» la caída); los dientes apretados de Cayo y Felipe frente a frente, de aquella con más de medio siglo a cuestas y exhibiendo su depurado arte «casi» como en sus mejores tiempos; las geométricas cadriladas de Eutiquiano, rebasando entonces ya los 60 y con su cara de niño-abuelo rebosando tanta satisfacción como ganando el corro de El Pilar.