Diario de León

El Madrid lidera su grupo y cubre el trámite frente al dócil Oporto

La anécdota la puso un espontáneo que se encadenó pidiendo su herencia al Vaticano

Raúl Bravo evita la penetración de jugador del Oporto Derlei

Raúl Bravo evita la penetración de jugador del Oporto Derlei

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Ignacio Tylco - madrid
León

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?n Real Madrid con mezcla de Zidanes y Pavones se tomó como un mero trámite el intrascendente duelo ante el Oporto y cerró con un discreto empate su clasificación para la verdadera Champions, la de la gran emoción, la de las eliminatorias a doble partido en las que apenas caben errores, distracciones o relajaciones. Un duelo del que se pueden extraer pocas conclusiones, salvo los despistes defensivos de Salgado y la profesionalidad de Solari, y en el que los de Mourinho llevaron la iniciativa y se lo tomaron más en serio. Con el equipo ya clasificado para octavos, un campo encharcado y el primer puesto conseguido de antemano, ya que sólo una impensable derrota por tres goles de diferencia beneficiaría al Oporto, Queiroz apostó al fin por las rotaciones. Tampoco muchas, ya que la defensa fue la titular y, Zidane, Figo y Ronaldo salieron de inicio. Además de los tocados Raúl y Helguera, prescindió sólo de Casillas y de Beckham, ya que el inglés estaba a sólo una tarjeta de perderse el siguiente partido. El Madrid, con Borja y Cambiasso como sorprendente pareja de medios centro, salió muy relajado, dispuesto a regalarle el balón y la iniciativa a un Oporto en el que sí jugaron los mejores, sobre todo en ataque. Pero de todos es conocido que los blancos no necesitan apenas nada para fabricar algún gol. Ante el campeón luso volvieron a dejarlo patente antes de los diez minutos. Fue un golazo. Un saque de banda de muchos, una distracción lusa, y una espléndida jugada de tiralíneas entre Figo, Ronaldo y Solari que el argentino definió de certero zurdazo. Guión inalterado Ese gol no cambió ni una coma del guión. Si cabe, el Madrid se hizo todavía más timorato. Sólo Figo, con enormes ganas frente a sus compatriotas, y Solari, deseoso de reivindicarse de inicio, no sólo en los minutos de la basura, sostenían a los locales a base de coraje y desparpajo. Tampoco se le pueden poner reproches al chaval Borja. En realidad, los de Queiroz se mantenían cómodos con ese gol y no sufrían ante el típico representante luso de buena técnica pero poca pegada. Pero llegó el empate por culpa de un error de Salgado, que propició un penalti que significó la igualada. La segunda parte, sin riesgos.

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