Diario de León
Publicado por
LUIS VILLAREJO
León

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Palco del estadio Santiago Bernabéu. Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, gira la vista hacia atrás y busca un gesto de complicidad en Alfredo Di Stéfano. ¿A quién le recuerda el cinco?, le comenta en voz baja Don Alfredo a Florentino. El presidente sonríe y capta el mensaje, porque él también cuando ve a Zizou en el campo se siente más joven, retrocede a sus tiempos de chaval y ve en la suficiencia del francés un clon de su ídolo, Don Alfredo. Di Stéfano siempre se ha identificado con Zidane desde que llegó de Italia. De los españoles, adora el compromiso de Raúl, pero de todos los cromos que ha puesto Florentino para uso y disfrute del personal del Bernabéu, Zidane es su favorito. Cuando Zidane comenzó a encarar y hacer la transición de mitad de campo hacia arriba en sus primeras apariciones, Di Stéfano soltó un día: «¡Ché, si es como la Saeta!». Viniendo el halago de Don Alfredo, posiblemente sea éste uno de los mayores elogios que haya podido recibir Zidane. Este y la famosa frase que pronuncia Don Alfredo, moviendo los brazos, con gesto de ánimo, cuando Zizou enfila el campo contrario: «¡Adelante maestro!». Estos detalles adornan el sentimiento de gratitud y de euforia que reina en el Real Madrid con la actitud de Zidane. Su actitud personal y deportiva es modélica. Zidane volvió a ser ayer el número uno en la Gala de la FIFA. En un año sin Mundial ni Eurocopa donde alguien puede asomarse al escaparate, Zidane es el perfecto comodín para recibir premios. Mantiene un status de futbolista sobresaliente. Y es de esos futbolistas que dan bien en todas las fiestas. Por su categoría y especialmente por su sencillez. Cuentan que hace unos meses cuando recibió un prestigioso premio de la Fundación Cristóbal Gabarrón, en Valladolid, sentado al lado de personajes destacados de la cultura, la arquitectura, la música, de la literatura, todos los premiados subieron al escenario a leer sus discursos preparados de antemano. Cuando le llegó a Zidane el momento de recoger su galardón, se dirigió a los invitados improvisando un discurso corto: «Rodeado aquí de tanta gente importante yo no sé si merezco este premio». En su libro, Zidane, le roman d'une victoire, Zizou tiene claro el legado que quiere dejar a sus hijos. «Lo más importante es el respeto a las personas. Durante toda mi infancia, mi papá me educó en la idea de respetar a los demás. En mi vida, siempre he seguido esa línea, incluso cuando jugaba con mis amigos». Zidane seguro que se acordó ayer de un hombre especial al recibir el premio. Su nombre es Jacquet, técnico con el que el francés logró proclamarse campeón del mundo en el año 1998.

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