Diario de León

Solari y Raúl salen al rescate del Madrid y arreglan el susto (3-4)

El Leganés remontó un 0-2 y llegó a forzar la prórroga tras la gran pájara de los merengues

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Ignacio Tylko - leganés
León

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Un Madrid con un sistema defensivo paupérrimo y una falta de atención inaceptable, sigue vivo en los octavos de final de la Copa del Rey sólo porque Solari, con la colaboración de un zaguero, forzó la prórroga cuando apenas quedaban tres minutos y Leganés ya estaba de fiesta. Después, el «Lega» perdonó ocasiones pintiparadas, Raúl sacó magia de su inagotable chistera y César evitó los penaltis con un paradón espectacular a chilena de Enría. Tanto se estiró el portero extremeño que se lesionó el hombro y le puso épica a una noche vibrante, típicamente copera. Más por su dejadez que por aciertos de un equipo canchero con nueve titulares argentinos, el Madrid tiró por la borda una suculenta ventaja de 0-2 en el tramo final de la primera parte y el arranque de la segunda. Se complicó la existencia hasta límites insospechados. Tanto, que estuvo a punto de reeditarse la debacle de hace tres años en el Salto de Caballo de Toledo, versión pepinera. Todo abierto Con la lata blanquiazul abierta, todo parecía correr y cantar para los merengues, máxime después de que el guardameta argentino volviese a cantar tras un disparo del inglés y regalase el gol al siempre atento Raúl. Con 0-2, los de Queiroz vivían su noche más tranquila, truncada en primer lugar por la lesión de Rubén, al que se le salió el hombro izquierdo. Por deméritos, los de Queiroz, ya con Salgado en lugar de Miñambres, se complicaron todavía más su continuidad en la Copa a los cinco minutos de la reanudación. Otro centro y un despiste de Pavón, que despejó tan mal con la testa que se la clavó a César. En tres aproximaciones y en apenas diez minutos, el Leganes le había hecho tres goles al equipo más laureado del mundo. Increíble pero cierto. En un abrir y cerrar de ojos, la eliminatoria tenía sabor pepinero. A partir de entonces, al Madrid le entraron las prisas y a Queiroz el miedo en el cuerpo. Tanto que, mediada la segunda parte, el luso recurrió a Ronaldo. Salvo algún tiro más o menos lejano, el Madrid dominaba pero no pegada. Tuvo que ser Solari, de rebote, el que salvó a su equipo del ridículo y forzó la prórroga. También Kuhl contribuyó al fallar en el instante final, de cabeza, una ocasión pintiparada. En el tiempo extra, llegó la hora de Raúl y de César. La presumible noche plácida se tornó agónica. Pero al final, las cosas volvieron a su sitio por fortuna para el equipo blanco, con agonía.

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