Una jornada de pesca en el Burbia

Todavía no se ha abierto la veda de la trucha, pero desde hace días Rodríguez Zapatero, el primer leonés con opciones de presidir el Gobierno de España, pesca en las turbulentas aguas de la política. Corría el año 1.982 cuando tuve la oportunidad de compartir una jornada de pesca, caña y «bocata» con Z.P.; «Papes» le apodaban por aquel entonces. Fue en las aguas del Burbia, por encima de Villafranca del Bierzo. El programa estaba bien definido, pescar hasta las seis de la tarde para, posteriormente, desplazarnos al corazón de La Cabrera Baja para asistir a la constiución de la Agrupación Socialista de Benuza. Eran tiempos de sacrificada militancia, bocadillo y alpargata, fondo común y escote pericote. Ni coche oficial, ni dieta, ni kilometraje. Zapatero no era un gran pescador. Le recuerdo tropezando en los cascajares, algo torpe y desgarbado. Practicaba el lance a mosca ahogada, a la leonesa, con una cierta habilidad de la que no era ajeno su mejor maestro, que no sólo en la pesca, Jaime González. No conseguimos hacer el cupo, pero sí pescar unas bonitas truchas que, al día siguiente, se habían espinado. Eran buenos tiempos para los ríos de León, cuidados y vigilados, tanto por la Guardería del I.C.O.N.A. como por la Benemérita, que por cierto nos visitó aquel día. Nunca imaginé -ahora todos lo imaginaban- que aquel muchacho, de convicciones profundas y mirada inquisidora, cautivador en el trato y de moral inquebrantable, podía optar a la presidencia del Gobierno. Hoy, cuando faltan 48 horas para emitir un voto que podría sentar a un leonés, en la Moncloa, el veterano pescador que suscribe se refugia en la utopía. Tal vez nuestros ríos, tras años de desidia y abandono, reflejo de este viejo León que agoniza en la indigencia, vuelvan a recuperar su riqueza. Las aguas de la política bajan turbulentas pero comienza a vislumbrarse la claridad en el fondo del pozo.