Ejercicio de fuerza, Copa maña (2-3)
El Zaragoza gana al Madrid a base de arrestos aún jugando casi media hora en inferioridad Ál
Un disparo de Galletti en la segunda parte de la prórroga que sorprendió a César decidió a favor del Zaragoza, con toda justicia, una final grandiosa. El físico y la fortaleza mental de los maños se impuso a la calidad de un Madrid agotado, sin banquillo y con un Queiroz incapaz de improvisar sobre la marcha. Fue una final extenuante, enorme, disputada, caliente, épica, emocionante, repleta de alternativas, con dos equipos enchufadísimos y un puñado de jugadores deseosos de reivindicarse. El Madrid se plantó con la personalidad de un campeón, dijo aquí estoy yo, soy el favorito, tengo más calidad y quiero al fin esta Copa. El Zaragoza, enorme, le respondió sin arrugarse, con el plus que otorga no haber perdido este año frente a los galácticos y una confianza extrema en sus posibilidades y en las debilidades de la zaga rival. Una valiente puesta en escena maña, que duró exactamente lo que tardó Savio en recibir una dura entrada de Salgado en su tobillo maltrecho, apenas ocho minutos, dio paso a un largo período de gobierno madrileño. El equipo blanco estaba muy junto, presionaba más que nunca y tocaba bien. El Zaragoza reculaba en exceso, no adelantaba tanto la línea defensiva como al inicio, y los de Queiroz se encontraban felices. Jugaban y disfrutaban, hasta que Beckham se sacó un golpe franco soberbio que sorprendió a Láinez de enorme distancia. Con 1-0 y sólo 24 minutos, la final pintaba reluciente para el Madrid. Figo, muy destacado en el primer período, tuvo un filón con Toledo en la banda derecha que debió explotar más. En su afán por convertirse en el eje ofensivo de su equipo, de participar en todas las jugadas, sólo cometió el error de venirse con más frecuencia de la debida al centro. Y allí, con Zidane, Beckham e incluso Guti y Raúl, las piezas se amontonaban. Como ya le ocurrió el pasado sábado en el Bernabéu, el Zaragoza tuvo el acierto, también la suerte, de igualar cinco minutos después. Un gol del renacido Dani que puso de relieve todas las lagunas del sistema defensivo del Madrid, que son bastantes. Para empezar, por detrás de Beckham había un espacio que Guti, encorsetado esta vez por Queiroz en misiones defensivas, no tapaba porque, sencillamente, esa no es su especialidad. Después, los desajustes en banda son lógicos con laterales tan ofensivos. Y más tarde, cada balón bombeado es un peligro. Esta vez, centró Savio y el que intentó despejar y se comió el balón fue Solari. ¿Dónde estaban Helguera y Raúl Bravo? Inconformistas Lejos de conformarse, el Zaragoza, muy bien equilibrado por Movilla fue listo y sacó máximo provecho de la caraja blanca tras encajar ese gol. Le buscó y se encontró con un penalti de Guti -otra vez evidenció que lo de defender no es lo suyo- bien transformado por Villa. Antes, Beckham había sacado astillas del palo en otro golpe franco. Era, sin duda, la noche del Madrid a balón parado, donde su potencial es incalculable, casi ilimitado. Así, nada más comenzar la segunda parte fue Roberto Carlos el que derribó la fortaleza maña con un violento zapatazo. Con 43 minutos y un Madrid encorajinado, vuelta a empezar. Si en igualdad de condiciones es casi imposible frenar a un Madrid lanzado, más debía serlo si el joven Cani comete la pueril torpeza de ganarse la expulsión en dos minutos, en el ecuador de la segunda mitad. Una protesta absurda, una falta innecesaria y a la calle. Pero el Zaragoza no estaba dispuesto a rendirse así como así. En inferioridad, jugó sus mejores minutos ante un Madrid agotado, sin fuelle. Que con un equipo medio muerto Queiroz hiciera el primer y último cambio a los 38 minutos dice muy poco de la profundidad del banquillo blanco. Se llegó a la prórroga, Guti se ganó la expulsión y con todos rotos decidió Galletti.