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Publicado por
LUIS VILLAREJO
León

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GABRIEL MILITO se coronó como el gran ídolo de la afición del Real Zaragoza. Llegó este verano a La Romareda con ganas de revancha. En el Real Madrid le habían tumbado en el reconocimiento médico y Zaragoza le ofrecía la ocasión de demostrar al público español que él estaba para seguir en el oficio con la misma calidad que había exhibido en la Liga argentina con Independiente. Su rodilla estaba bien. Y él quería dejarlo bien claro. Milito era una apuesta personal de Jorge Valdano. Llegó a Madrid en medio de un gran lío, con una negociación que se prolongó días y días con sus agentes y el presidente de Independiente, esperando impaciente el visto bueno del Madrid para finalizar la operación. Finalmente no fichó por el Madrid. Y entonces apareció Miguel Pardeza en acción. Pardeza, ex del Madrid para más morbo, le brindó a Milito la posibilidad de redimirse. Hoy, con el seis a la espalda, dio la vuelta de honor a la pista de atletismo de Montjuic, emocionado por el mismo pasillo donde los grandes atletas triunfaron en los Juegos Olímpicos de Barcelona '92. Milito se salió ayer como futbolista. Dio una lección de colocación, de serenidad, pero sobre todo de mando, de saber controlar siempre la situación. El y Movilla, a quien la gente le cantaba anoche «Movilla quédate», ilustraron la foto para el recuerdo de un Zaragoza, que al igual que hiciera el año pasado el Deportivo de La Coruña, han demostrado que en el fútbol no sólo se ganan los títulos por imagen y por la fama que da rodar muchos anuncios. «Dios aprieta, pero no ahoga», aseguró Solans que señaló que la victoria es fruto del trabajo y una recompensa «para el equipo, la afición y el propio Consejo». La clave del título tiene parte de su peso en el banquillo maño: «Es un obseso de trabajo que se lo toma muy en serio y que está consiguiendo los resultados que queríamos». Es Víctor Muñoz.

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