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Publicado por
ENRIQUE ESCANDE
León

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«LA MANO DE DIOS», aquella frase con la que Diego Maradona rotuló la jugada más polémica de su carrera futbolística en junio de 1986 en México, se recicla ahora en su vida, no como el justificativo de una travesura sino como una necesidad, porque de esa mano depende. Diego dijo hace casi 18 años que el primer tanto que marcó con Argentina ante Inglaterra en el estadio Azteca, durante el Mundial, fue con la mano de Dios, y los hinchas argentinos vieron en él a Dios empujando con su mano el balón ante el estupor del portero Peter Shilton. Aquella jugada le transformó, según la interpretación de algunos, en el as de la picardía, y para otros en el rey de una prestidigitación digna de un carterista. Pero tanto los que exaltaron aquella acción como quienes la criticaron se quedaron mudos minutos después cuando Maradona eludió con sus endiablados regates a medio equipo inglés y anotó el mejor gol de la historia de los mundiales. Entonces, la travesura quedó eclipsada por la obra de arte, aunque no olvidada. A la vuelta de la vida, una vuelta apresurada, a Maradona no le queda tiempo ni espacio para la broma, la travesura o la picardía y necesita seriamente de la mano de Dios, ahora más que nunca, cuando su corazón le pasa por segunda vez una factura después de tanta desatención. Llegó a Buenos Aires en marzo pasado tras una prolongada ausencia y tenía previsto regresar el jueves próximo a La Habana, donde vive desde 2000, tras la primera crisis cardíaca que le tuvo al borde de la muerte. El domingo fue a buscar muy temprano en la mañana (o a la noche tarde) a su hija mayor, Dalma, a una discoteca, después asistió al estadio del Boca Juniors para ver al equipo azul y oro que venció al Nueva Chicago por 2-0, y después compartió un asado con amigos. Afredo Cahe, su médico, advirtió que Maradona no estaba bien y dispuso su ingreso en la clínica a las cinco de la tarde. Hubo pocos testigos de su llegada en la ambulancia, pero al menos dos dijeron que bajó del vehículo y entró al edificio por sus propios medios. «Estado crítico», «cuidados intensivos», «respirador artificial», «pronóstico reservado» fueron las frases más impactantes del parte médico, en el que se precisaba con palabras técnicas una crisis cardíaca y problemas respiratorios. Dentro de la clínica, en la habitación 407 de cuidados intensivos, Maradona sigue pendiente de la mano de Dios.