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La falta de ambición del Deportivo retrasa hasta la vuelta la sentencia (0-0)

La propuesta aún más rácana del Oporto degenera en un partido sin goles y pobre en fútbol

Publicado por
Lois Pombo - oporto
León

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Riazor será el escenario en que se decida uno de los finalistas de la Liga de Campeones, tras el empate a cero cosechado por Oporto y Deportivo. La ida de semifinales dejó un mal partido, lleno de cautela por ambas partes y con apenas ocasiones de gol. Los portugueses prefirieron no arriesgar y los coruñeses dieron por bueno un resultado que los acerca a Gelsenkirchen. El respeto fue la nota dominante en los primeros minutos del partido, en los que ambos equipos expresaron su voluntad de no cometer errores importantes. Al Deportivo no le importaba esperar y dejar la iniciativa a un Oporto que, en un principio, apostó por su juego habitual, basado en el constante toque de balón. Eso si, los portugueses se pasaban de lentitud y amenazaban con dormir el partido, tal vez con la intención de contagiar también a los coruñeses y evitar sus arranques de velocidad. Para tranquilidad de los gallegos, el abuso de balón de los lusos apenas se traducía en ocasiones de peligro y, bien tapado Deco, los ataques locales se perdían en balones frontales fáciles para la defensa. Así las cosas, el balón permanecía lejos del área de Molina, lo que parecía avalar las precauciones defensivas de Irureta, tendentes a evitar un resultado como el de Milán. Efectividad Sabedores de su efectividad en los últimos metros, el ataque no era una preocupación prioritaria del Deportivo, que en muy pocas ocasiones conseguía armar alguna jugada. El balón apenas duraba en pies de los coruñeses, lo que redundaba en una mayor posesión del Oporto, pero improductiva y carente de riesgo. El choque era aburrido y lo único trascendente eran algunas entradas duras de los portugueses, con la condescendencia de Markus Merk, que tenía sus reservas a la hora de privar a los de Mourinho de alguno de sus hombres para la vuelta. Y en esa guerra, el primer perjudicado fue el propio conjunto coruñés, que vio como perdía a Mauro Silva para Riazor por meterse en un lío sin venir a cuento. A parte del árbitro alemán, los otros protagonistas eran los asistentes, que tuvieron trabajo toda la noche ante las adelantadas defensas de ambos equipos y la lentitud en soltar el balón ante las mismas. Mala señal para un partido en el que apenas se podía destacar la labor de ninguno de los jugadores. Únicamente la buena colocación de la defensa española merecía una mención. Sólo en los últimos minutos del primer tiempo, el Oporto pareció desperezarse un poco para buscar la meta de Molina. Alguna acción a balón parado y una buena jugada individual de Carlos Alberto causaron cierta inquietud en el equipo gallego, que tuvo suerte de irse al descanso con 11 hombres, tras un agarrón de Mauro Silva que pudo costarle la expulsión. El que no pudo acabar el primer tiempo fue el lesionado Luque, quien dejó su puesto a Fran. Mayor riesgo La ausencia en la reanudación del tocado Costinha y de Alenitchev obligó a Mourinho a cambiar su dibujo, y el técnico hizo una apuesta de mayor riesgo. Jankauskas se colocó al lado de McCarthy, con lo que Carlos Alberto retrasó su posición, dejando un medio campo mucho más ofensivo y de menos contención. Al partido sólo le quedaba un acontecimiento, negativo y trascendente para el Deportivo. Andrade dio un pequeña patada a su amigo Deco cuando éste estaba en el suelo; Markus Merk creyó que era una agresión y expulsó al jugador portugués. Una interpretación excesivamente rigurosa que deja a los coruñeses sin su defensa más en forma para el esperanzador y a la vez peligroso partido de vuelta.

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