El Athletic frena la escapada del Valencia tras la Liga (1-1)

Un triste Valencia no supo aprovecharse del pinchazo del Madrid ante el Barça y sólo empató en San Mamés ante un Athletic que incrementa su ventaja ante sus perseguidores por la Uefa. Rafa Benítez (que dejó a numerosos titulares en el banquillo) planteó el partido al contraataque. La velocidad de Oliveira bastó al Valencia para destrozar la defensa bilbaína durante los primeros minutos del partido. Ni Karanka ni Lacruz podían parar al delantero brasileño, que hizo un despliegue de facultades físicas en la jugada que originó el gol del Valencia. Oliveira se fue de toda la zaga y cuando chuta, Lacruz barre el balón con la mano. Jorge López se encargó de finalizar el trabajo de su compañero. Entonces el Athletic empezó a zafarse de la presión agobiante valencianista y a jugar al fútbol, con el aliento del público de San Mamés. Los leones, de la mano de Yeste, desplegaron sus juego por las bandas y al primer toque, pero que no se veía culminado con un tanto. Pero el gol llegó en una de las acciones típicas del fútbol histórico del Athletic: el balón parado. El 10 bilbaíno bota una falta desde el lateral que Del Horno manda al fondo de la red con un cabezazo de manual futbolístico. Después, el lateral se tuvo que retirar lesionado. El once de Valverde se lanzó a por el segundo gol, aunque entonces se topó con Cañizares. En los minutos finales de la primera parte, el portero del Valencia mostró su clase placando una bolea de Yeste y mandando a córner (no pitado por Turienzo) una falta de Orbaiz pegada al palo. Aunque los valencianistas sabían el resultado del Madrid, desistieron de irse al ataque. Parecía que las tablas con el Athletic eran un buen resultado para el Valencia porque todos los signos que lanzaba Benítez así lo indicaba. Primero, optó en la segunda parte por dejar a Oliveira sólo en punta, desplazando a Angulo a la medular. Después, cambió a su único delantero nato por Rufete. Pero el empate no convencía a los bilbaínos. Valverde sí que se dio cuenta de que una victoria suponía un paso de gigante para obtener el pasaporte a la Uefa. Así el Txingurri metió en el campo a Arriaga para abrir más el campo, favorecido por el cansancio de los jugadores, y servía balones a los centrocampistas, como el tiro de Orbaiz que se marcó a la grada. Los valencianistas pedían a gritos que Turienzo pitara el final del partido para sumar un punto más en la maratón de la Liga. Al final, sus suplicas se cumplieron.