El Valencia certifica el final de la bipolaridad en la Liga española (0-2)
Los chés se proclaman campeones tras vencer al Sevilla y aprovechar el pinchazo blanco
Para que esperar más si en diez días está la final de la Copa de la Uefa en Goteborg. Eso debieron pensar los valencianistas, que en otro notable ejercicio de oficio y eficacia aprovecharon su primera oportunidad matemática para conseguir su sexta Liga. Si hace dos años se coronaron en Málaga, esta vez se llenaron de gloria en la mágica Sevilla. Ganaron bien en el Pizjuán, tras sumar su partido número 20 sin encajar ningún gol en este Liga, aunque es indudable que les acompañó la suerte en la segunda mitad. Vicente, de nuevo estratosférico, marcó casi al principio, y Baraja lo hizo al borde del final. Ambos desataron la locura che y llenaron de incertidumbre a un Sevilla que lo intentó hasta extenuarse pero se aleja de la Uefa. Había perdido el Madrid el sábado con el Mallorca en un ejecicio de reflejo de toda su temporada, inseguro atrás, cansado en todas sus líneas, indolentes muchos de sus jugadores. También había pinchado el Barcelona después de 17 jornadas sin perder, a manos de un Celta que bracea para no descender. Entonces, el guión sólo esperaba la victoria del Valencia, el mismo equipo que pareció decir adiós a la Liga con 8 puntos de desventaja sobre los blancos. Y los levantinos no defraudaron, cumplieron con el final feliz. Ni siquiera en el momento de la verdad, cuando el título se acariciaba, a Benítez le tembló el pulso. No pareció importarle que Mista, sancionado, y Rufete, lesionado, se perdieran la cita ya que, además, dejó en el banquillo a tipos tan importantes como Baraja y Aimar, y prefirió no arriesgar con Angulo, tocado. Vaya, que el Valencia disputó de salida su primer match ball con jugadores como Jorge López, Xisco, Sissoko u Oliveira. Daba igual quien fuera. Es un bloque tan compacto, tan bien estructurado, que el funcionamiento apenas varías en función de sus jugadores. Tras un arranque prometedor del Sevilla, que encerró al rival a base de una intensa presión en el centro del campo que en realidad tampoco se tradujo en ocasiones, el Valencia pasó a manejar con solvencia la situación en el primer período del encuentro. Tranquilos por su espléndido momento de forma y la jugosa renta de ventaja en la tabla clasificatoria, los chés permitieron que el Sevilla tuviera una posesión de balón completamente improductiva y salieron de maravilla al contragolpe. Vicente, decisivo Además, el Valencia, como todos los campeones, tiene la suerte de cara. Esta vez, decantó el duelo a su favor en la primera aproximación. Fue una acción casi con tanta virtud de Vicente como demérito de la zaga hispalense. La jugada fue preciosa. Sale Carboni, toca de tacón Xisco y Vicente se interna por la izquierda con el balón controlado sin que ni Sergio Ramos ni Javi Navarro le pudiesen dar alcance. Cuando llega al área, Esteban le regala su palo. Golazo, 0-1 y jolgorio naranja. Ese gol fue un golpetazo terrible para los de Caparros, a los que les nubló todavía más la mente ya que jugar con el marcador en contra frente al Valencia en los últimos años es lo más parecido a una misión imposible. Y los levantinos se encontraron comodísimos hasta el descanso, inalterables en ese momento ante la presión que suele atenazar a quien ya se ve campeón. Puestos a ponerles algún pero, les faltó ambición para sentenciar el partido y el título. Bien es verdad que pudieron hacerlo si el asistente de Puentes Leira no llega a indicar un fuera de juego inexistente de Jorge López en una acción que terminó en gol. Más acertado estuvo minutos después el otro linier al ver la posición adelantada de Carlitos e instar a la anulación del 1-1 para los sevillanos. Agobio El panorama cambió en la reanudación. El Valencia se vino demasiado atrás, un defecto en parte comprensible ya que incluso un empate sería un resultado excelente aunque no definitivo, y el Sevilla creció. Mejoró con Darío Silva arriba porque, aunque no esté bien, el uruguayo siempre es un incordio, un peleas. Con él y con la Bestia , cada balón dividido en el área era sinónimo de peligro. Pero ninguno de los dos sudamericanos parecían tener ayer su día, con Ayala en plan capo del área, atento a los movimientos de los arietes y a los posibles despistes de sus compañeros de zaga, totalmente entregados a las órdenes del argentino. Benítez dio entrada de forma progresiva a Baraja, Angulo y Aimar, pero el Valencia no recuperó el gobierno del partido aunque sí mantuvo el resultado. En este período, la fortuna se alió definitivamente con los valencianos, que salvaron su portería milagrosamente en acciones de Darío Silva, Baptista o Carlitos. Cañizares, soberbio, volvió a dejar su sello en un partido para la historia que se cerró con un golazo de Baraja cuando todavía había suspense por el resultado. Pero, no hubo lugar. El Valencia abre un pasillo que durará dos jornadas. Su segundo título en las tres últimas campañas.