El sentido del futuro

SUCEDE AL COMIENZO de cada torneo continental. Uno se inflama de expectativas y sueños que espera ver cumplidos no por la vana inmodestia de llevar razón, sino por comprobar hasta qué punto son ciertas todas esas teorías de los ciclos. Acostumbrados como estamos al conformismo de unos pocos nombres relevantes, está por ver si esta Eurocopa nos tiene reservado el nacimiento de otras estrellas hasta el momento veladas en sus campeonatos secundarios. Presiente uno el relevo generacional, toda vez que eminencias como Zidane o Figo, hace poco fetiches indiscutibles, acarician las cimas del ocaso. Lo que no quiere decir ni mucho menos que dicho relevo vaya a ocurrir en sentido positivo. Estamos viviendo desde hace años la decadencia del individuo en beneficio de una aburrida y homogénea colectividad, esa suerte de figura indiferenciada que lo mismo sirve para una carrera de velocidad que para un maratón. Las señales que proyectan las ligas del viejo continente refrendadas por el triunfo del Oporto en la última edición de la Liga de Campeones no dejan mucho espacio para el optimismo. Nada diré de la barraca estruendosa que representa una cita de estas características y de los beneficios políticos y comerciales que un país como Portugal se merece por historia. Uno sólo espera que el fútbol, el buen fútbol quiero decir, haga honor a su tradición. Para favorecer las cosas concurren a tierras lusas viejas conocidas como Francia, Alemania, Italia, Holanda o Inglaterra, envueltas cada una en las virtudes y los defectos que constituyen su propia identidad. Y por supuesto España. Sáez ha conseguido dotar a nuestra selección de un clima de afabilidad razonable y cotidiana. Al tratarse de un seleccionador sin aristas, ajeno a toda aspereza simbólica, nos ha creado la ilusión de que ha conjurado las tensiones y que descansa subido en la armonía ineludible que requiere el buen funcionamiento de cualquier equipo. Volvemos a presentarnos ante la enésima oportunidad de elevar el fútbol español al lugar que creemos tener. Hay jugadores para todos los gustos que aseguran la imagen de un equipo fiable y competitivo. Si estos esperanzados atletas llegan o no en forma será el enigma recurrente a despejar. No será una cuestión menor por más que esté compartida por el resto de selecciones, pero tampoco podemos empezar poniendo excusas antes de hora.