Diario de León

Valerón inventa un triunfo

La ansiedad del equipo nacional queda soterrada bajo los efectos de una acción individual Así está la clasificación

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Ángel Pereda - faro
León

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Contaba Iñaki Sáez el viernes que en 1964 presenció por televisión la final del Campeonato de Europa. Tenía 21 años. Era, como ayer sábado, un España-Rusia y los anfitriones se hicieron con el único título de su historia.

. Como el de Valerón, seguro que pensó este sábado el seleccionador, cuarenta años después, cuando el tímido futbolista canario sacó a España del atolladero. Había sustituido a Morientes. Llevaba 30 segundos en el campo y dejó su sello con un gol mágico que acababa con las angustias de sus compañeros. España confirmó en Faro que Iñaki Sáez ha fabricado una selección disciplinada, que puede incluso llegar a ofrecer momentos de encanto pero que, cuando se le tuerce el día, se aturulla y crea ocasiones de gol hasta cansarse, pero no concluye como quisiera. Era el de este sábado, también, un momento idóneo, aunque no definitivo, para calibrar hasta dónde puede llegar este grupo en la Eurocopa y las sensaciones que transmitió inducen a pensar que si España no pierde la cabeza se dejará ver con los mejores. Pero le va a costar. Como le costó tumbar al incómodo enemigo ruso. El equipo español comenzó el duelo concentrado y puso en él toda su energía. Transmitía ilusión, pero le faltaba astucia, la necesaria para despegarse de unos futbolistas sin demasiados recursos y que en el primer tiempo ya habían acumulado cuatro tarjetas amarillas. El paso de los minutos dejó una evidencia, que el hombre del partido podía ser Vicente. Y así fue para la UEFA, pero no para los aficionados españoles. Cuatro entradas suyas por esa banda izquierda que conoce mejor que nadie no encontraron rematador más que una vez, en el minuto 35. El balón llegó manso a los pies de Etxeberria, que pareció asustarse porque le dio de la peor manera posible cuando ningún rival se había fijado en él. Fue la mejor ocasión de España. Rusia seguía a lo suyo: aguantar. Sin embargo, en un arrebato de entusiasmo que duró un minuto, encogió el corazón de los internacionales españoles. Casillas devolvió la tranquilidad. La selección era hasta entonces superior, pero cometía errores infantiles y no sabía concluir el último pase. De Raúl y Morientes apenas llegaban noticias, Etxeberria se oscurecía poco a poco y Baraja tropezaba una y otra vez en los pases. España se fue así al descanso llena de dudas. Había que buscar una solución, a alguien que supiera interpretar el encuentro, que lo llenara de contenido. Sáez no varió su estrategia en los primeros minutos, y se encontró con que Rusia había decidido en los vestuarios que iba a salir a por el partido. Su fútbol se le llegó a indigestar a los españoles. Y no había nadie que pusiera remedio a la falta de gol. Los miles de aficionados españoles reclamaban la presencia de Valerón en el césped. Querían saborear su magia. ¡Y vaya si la saborearon! Justo cuando España estaba en plena lucha contra el tiempo. Minuto 60. El canario estrechó la mano de Morientes. Con su paso cansino cogió posición en el campo. Se reanudó la jugada, Albelda profundizó para Puyol, el azulgrana centró al área, Etxeberria dejó pasar el balón entre sus piernas, y allí apareció la fina y espigada figura de Valerón. Engañó con sutileza a su marcador y decidió que iba a ser su noche. Batió al meta ruso de nombre impronunciable y las gradas del estadio de Algarve estallaron. La historia cambió. Rusia se encogió. Xabi Alonso saltó al campo y recogió el pico y la pala que le entregó un desacertado Baraja. Trabajó a destajo el jugador de la Real y, junto a Valerón, devolvió el sentido común a un centro del campo en el que hasta que llegó él nadie parecía encontrar a nadie. Tuvo España varias ocasiones más de gol, pero parecía estar escrito que uno era suficiente.
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