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Publicado por
JOSÉ ANTONIO PASCUAL
León

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LOS INTERNACIONALES españoles no tuvieron más remedio que tragar saliva, administrar los sentimientos de decepción y de tristeza, de arroparse en los familiares, para comenzar a digerir el batacazo de la temprana eliminación en la Eurocopa 2004. Fue, como no podía ser de otra manera, una noche y una mañana triste, muy triste. Los jugadores habían depositado muchas ilusiones en el torneo continental, para muchos el primero de su carrera, que se fueron al traste después de un mal partido que sentenció el benfiquista Nuno Gomes. Los internacionales no pusieron paños a su derrota. Habían sido inferiores y habían pagado un mal endémico en este torneo. La falta de gol. En defensa España había funcionado más o menos bien, con cierta eficacia, pero el ataque fue el lastre que provocó la eliminación. Sólo dos goles en tres partidos, uno de los peores bagajes de la historia. La selección vivió la habitual diáspora de un triste final de la competición. Raúl se quedó en la capital lisboeta, mientras que sus padres y otros familiares regresaron a Madrid por la mañana junto a Fernando Morientes, Iván Helguera, Vicente Rodríguez, David Albelda, Iker Casillas y Raúl Bravo, e incluso Iñaki Sáez, junto a miembros de la directiva de la RFEF y otras personas como el ex seleccionador Javier Clemente. El «grueso» de la expedición se trasladó desde el aeropuerto lisboeta al Francisco Sa Carneiro de Oporto para, desde ahí, trasladarse en autobús hasta Falperra, al hotel de concentración entre Guimaraes y Braga, para recoger las pertenencias. Una diáspora en toda regla, un regreso difuminado, repartido en horarios y aeropuertos de una expedición presa de la decepción y de la tristeza. Los jugadores piensan ya en organizar sus vacaciones para recargar pilas. Algunos deben resolver su futuro y conocer si continuarán en sus clubes o cambiarán de aires tras muchos rumores.

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