La victoria es dulce

SOMOS LO lo que comemos, dicen. Por eso la selección española, con tanta paella como le preparan en todos los campeonatos Javier Arbizu y Paco Molina, hace un juego que al principio parece suelto y entero, pero que luego se pasa enseguida. Portugal, en cambio, ha descubierto que la victoria es dulce, de la mano del jefe de fogones del Grupo Alfoz en Alcochete, lugar de concentración de los hombres de Scolari. El cocinero, que responde al coherente nombre de Pedro Frigideira, esto es, Pedro Sartén, presenció la derrota contra Grecia en un bar, y las lindezas que le oyó decir a la clientela no le dejaron buen sabor de boca. La mayoría de los aficionados lusos habrían mandado a los suyos a la cama sin postre; muy al contrario, para el segundo partido Frigideira les preparó pastel de nata para la cena de la víspera y tarta de almendra para el almuerzo del día clave. Las consecuencias fueron el 2-0 frente a Rusia y la institucionalización del rito repostero, con el resultado ya conocido: los rojiverdes salen a victoria por tarta. A ver si ahora la cosa va a consistir en dopar a los futbolistas con horneados de almendras... Cuando se dieron aquel garbeo a Compostela, ya podrían los españoles, en lugar de andar perdiendo el tiempo achuchando al santo -como buen israelí, seguro que es más aficionado al básket- haber parado en alguna confitería de la calle del Franco a comprar unas tartas de Santiago. El navarro Javier Arbizu, que cocina para el equipo nacional español desde 1991, reconoce que en las concentraciones sólo cae de tarde en tarde una gota de mermelada o un chorrito de miel, y que los seleccionados conocen tan poco el sabor del chocolate como el de los triunfos. En cambio, asegura, «su plato fuerte es la pasta». Sí, eso ya se sospechaba.