Diario de León
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MARRO
León

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«... QUE NO, que no: que aquí no ha pasado nada. / Que siguen las torres quietas amaneciendo espadañas, / y nuestros muertos se mueren sin música de campanas, / honor que Dios ha legado sólo al señor de la espada /». De la espada, y del castillo -castellano- añadamos nosotros a los desencantados versos del astorgano Vicente Presa tan prematuramente fallecido. Y un poco en la misma línea fatalista -y centralista- «Los carros que van de Campos / a la Montaña olvidada / van llenos de pan y vino / vuelven con laurel o nada/». Mensaje de amargura que se acentúa cuando repasamos «mi tierra es la tierra de pardos caminos / de peñas y polvo / de verdes zarzales / y agudos espinos/». Y en traslación casi masoquista hacia «El Señor del Castillo» de un pensamiento de Tagore: «el hacha del leñador, pidió al árbol su mango... y el árbol se lo dejó»; en román paladino cazurro, recuerden: siguen echándome migajas y llamándome pardal. Todo lo anterior lo compendian muy ajustadamente el título de nuestro admirada Juan Pedro Aparicio cuando... cuando esperemos no se vea obligado a publicar unos segundos «Ensayos, pugnas, expolios y desolaciones del Viejo Reino en las que se apunta la reivindicación leonesa»; y aquí cabría lo de la reivindicación luchísticoleonesa de titulares. Suya, de Juan Pedro, es también la fatalista imploración «¿pero es que hay algo que el resto de España considere que sea específicamente leonés?». Desde luego si hablamos de «Aluche» a secas seguro que no. ¿Intoxicación? Más bien sentimiento y espontaneidad. Recuerden lo del silencio de la equidistancia, lo políticamente correcto y demás. También impulsa a pronunciarse ya de una vez, el impulso arrollador de los versos primerizos de José Hierro (Premio Nacional de Literatura): «Hay que salir al aire, deprisa / deprisa / que hay muchas cosas nuestras que acaso no se digan...». Esas cosas enterradas «Entre el Silencio y el Olvido»: título de un poema de Julio Llamazares, gran seguidor de la Lucha Leonesa. Lucha Leonesa. Lucha reivindicativamente leonesa. Eso precisamente es Leonesismo o Leonesidad versus Asturianía en Asturias. ¿Se avergonzarían los asturianos de su Asturianía y se consideraría en Asturias poco políticamente correcto los alardes asturianistas? «¡Matábalos!» Aquí no queda sino seguir embarcados a bordo de ese postrero refugio de Leonesidad que en lo deportivo es el combativo Ademar, mientras navegamos otros poéticos cauces con acento beligerante -Lucha Leonesa- y hasta desafiante. En sus «Viento del Pueblo», allá por los años treinta parece como si lo intuyera -venteara- Miguel Hernández, paisano y protegido de nuestro Obispo Almarcha (varias décadas en León): «(...) Sangre que no se desborda / juventud que no se atreve / ni es sangre ni es juventud / ni relucen ni florecen. / Cuerpos que nacen vencidos y grises mueren, / vienen con la edad de un siglo / y son viejos cuando vienen».

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