Diario de León

EL ANÁLISIS

El imperio de la razón

Publicado por
MIGUEL PARDEZA
León

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EL GRAN TRIBUTO del conjunto checo es una estricta paradoja que consiste en la demostración de que se puede ser netamente defensivo con jugadores totalmente ofensivos. El canon oficial, sin embargo, asegura todo lo contrario. Un equipo que aspire a conservar su portería imbatida debe proveerse sobre todo de piernas fuertes, corazones infatigables y cabezas disciplinadas; o lo que es lo mismo, de profesionales que sientan el repliegue antes que el despliegue. Pero si uno mira la alineación checa verá a Rosicki, Poborski, Koller y Baros, en teoría cuatro sospechosos de indolencia táctica más que de esfuerzo en la defensa. Pero no en la práctica. Todos los partidos disputados hasta la fecha por el conjunto de Karel Brückner han tenido el denominador común del esfuerzo dosificado y sobriamente repartido. Bien es cierto que mucha culpa del éxito de este equipo, ya nada sorprendente para nadie que haya seguido un poquito la Eurocopa de Portugal, es que cuenta con una de las mejores defensas del campeonato, en la que Bolf, Ujfalusi, Grygera y Jankulovski se han crecido para dar sostén y cobertura a un contragolpe letal. Porque, más allá de la idea de que cualquier ataque rentable se funda en la seguridad defensiva, los checos han llevado hasta sus últimas consecuencias el dogma de que el juego directo evita más de un desbarajuste. Para eso tienen al gigante Koller, un delantero semejante a un armario que inspira un repudio contumaz, pero que da a su equipo distribución aérea y, por qué no decirlo, alguna inquietud a sus adversarios. En esta ocasión, los checos no tendrán un rival fácil. Y es que Grecia, abigarrada, sombría y con un punto de vulgaridad que asusta, es cualquier cosa menos un grupo dócil al que se pueda saquear jugando a la contra. Muy consciente de que ni el fútbol facturado ni el desgaste en iniciativas laboriosas es lo suyo, acostumbra a blindarse y a no ceder ni tiempos inútiles ni espacios abiertos. Es justamente lo que menos necesita la selección de Nevded y compañía, cuyas posibilidades de éxito aumentan con el anzuelo de dejarse dominar y de fingir que el conjunto es peor de lo que realmente es. De antemano no era la semifinal que uno hubiera deseado, pero los tiempos nos están para preferencias sibaritas, sino para adaptarse al crudo realismo de una igualdad labrada sobre la decadencia de los estandartes de occidente.

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