Diario de León

Portugal no merecía un final tan duro para su torneo continental

El país se había volcado con la selección y la decepción precisará tiempo para digerirla

Los rostros de los portugueses en la grada expresaron la tremenda decepción a pesar de sus súplicas

Los rostros de los portugueses en la grada expresaron la tremenda decepción a pesar de sus súplicas

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Belén Rodrigo - lisboa
León

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Los portugueses no se merecían una decepción como la vivida anoche. Tras tantos días entregados en cuerpo y alma a su selección, la derrota de Portugal frente a Grecia dejó al país abatido. Les hará falta tiempo para digerir la decepción y darse cuenta que en este Europeo, dentro y fuera del campo, ha habido un vencedor: Portugal. La afición griega difícilmente olvidará el 4 de julio de 2004. Aquellos que habían juntado unos ahorros para asistir a algún partido tenían la esperanza de ver ganar a su equipo por primera vez en un campeonato internacional. No sólo les han visto ganar un encuentro, sino cinco, y entre ellos una final en la que no partían como favoritos. En minoría dieron apoyo a su equipo de inicio a fin del partido y se sumaron a los portugueses para reconocer el trabajo realizado por Portugal en este Europeo. Antes del encuentro, fueron nueve los minutos de música y espectáculo para la ceremonia de cierre en la que se ensalzaron las costumbres de las ocho ciudades que han acogido el evento. Nelly Furtado puso en pie a todo el estadio para entonar el himno del Europeo, «Força». La canadiense, descendiente de portugueses, hizo vibrar a los más de 50.000 portugueses que estaban en el campo junto a 12.000 griegos, así como al resto del país que siguió la final desde sus casas, bares o pantallas gigantes en las calles. El césped se convirtió en una calzada portuguesa donde pudieron verse bailes populares y trajes regionales. En el medio, un barco del futuro, que enlazaba con la calavera de la apertura, que estuvo más enlazada con el pasado mientras que en el cierre se optó por los símbolos de la modernidad y del futuro. Las dieciséis banderas de los países participantes volvieron a recorrer el estadio y el espectáculo acabó con dos gigantes estandartes de Portugal y Grecia. En el palco presidencial las mujeres fueron las más atrevidas a la hora de lucir su patriotismo. La esposa del presidente de la República Jorge Sampaio, vistió una camiseta verde, roja y amarilla con el escudo portugués y la mujer del primer ministro luso Durão Barroso, se puso su bandera portuguesa en forma de capa. Barroso, por su parte, volvió a llevar la corbata «amuleto» con la que nunca pierde la selección, a rayas rojas y verdes, que antes del partido prometió regalar a Scolari si conquistaban la Copa. El presidente de la Asamblea de la República llevaba consigo (sin poner) una camiseta del Pauleta, con el número 9, que como él es natural de las Azores. En el lado de los griegos, presidido por el primer ministro Costas Karamanlis, se pudieron ver bufandas helénicas.

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