Atenas hace un sitio a Carolina

Todo esfuerzo tiene su recompensa. Nadie le ha regalado nada nunca a Carolina Rodríguez. El premio de acudir a los Juegos Olímpicos es algo más que el fruto de un talento descomunal para la práctica de la gimnasia rítmica. Más bien va a la par con un excelso espíritu de superación y de lucha que se ha visto obligada a desarrollar en su vida cotidiana y en el deporte. A la leonesa le ha tocado afrontar el reto de sobreponerse a un cúmulo de dificultades que le han venido planteadas de antemano. La historia deportiva de Carolina Rodríguez comenzó el día que vio a su hermana actuar como animadora de Baloncesto León. Había algo en su mente que la empujó a probar en el mundo de la gimnasia. Sin más, decidió enrolarse en el equipo de gimnasia. La primera prueba que realizó fue absolutamente sintomática. Un solo ejercicio dejaba entrever el potencial de una futura estrella. Pasó directamente a la competición sin conocer las fases de iniciación, perfeccionamiento y precompetición por donde pasaban el resto de las deportistas. Un diamante en bruto por pulir. Todo un mundo de aspiraciones y una gran cantidad de entrenamientos por delante antes de alcanzar la gloria. Carolina Rodríguez se impregnó de gimnasia en cada momento. Los frutos llegaron pronto. Al oro en el campeonato de España alevín le sucedería el de infantil, justo antes de acudir a Bulgaria, como única representante española, a un torneo de jóvenes promesas. Una televisión francesa se fijó en ella, entonces, como gimnasta de futuro hasta el punto de basar un reportaje en la leonesa. Ahora, la gimnasta del futuro es una realidad palpable, una deportista olímpica. El secreto de Carolina Rodríguez pasa por la realidad de su vida. De padres sordomudos, desarrolló en su entorno familiar una habilidad de expresión con sus manos que roza lo sobrenatural. Lo diferente es lo que transmite. Lo que transmite con unas manos absolutamente expresivas para la interpretación. Es difícil encontrarse con otra gimnasta que te impacte de esa manera, que te embarque en un viaje casi onírico hacia la perfección del movimiento. Con brazos y piernas muy largas, genera un arte especial en cada movimiento en pleno desafío a las leyes de la flexibilidad humana. Tras quedarse a las puertas de la medalla en el Mundial júnior de Budapest y cosechar dos subcampeonatos de España, se incorporó a la selección nacional para afrontar el reto del Campeonato del Mundo en Madrid. Sin apenas tiempo para preparar la cita y sin conocer a la seleccionadora terminó quinta. Entonces, optó por trasladarse a Madrid para entrenar con el equipo nacional. Allí multiplicó por dos el número de horas dedicadas a su deporte del alma y las ocho horas diarias invertidas en la gimnasia han desembocado en su designación como olímpica. Pese a no viajar a Grecia como abanderada de la disciplina individual, Carolina Rodríguez formará parte del equipo español en la prueba de conjunto junto a otras cuatro gimnastas. La primera gimnasta rítmica leonesa que acudirá a unos Juegos tiene en Atenas la recompensa a la ambición, al esfuerzo y al espíritu de lucha.