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Publicado por
JUANMA LÓPEZ ITURRIAGA
León

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YA ERA HORA. Hora de otros Juegos Olímpicos, hora de aparcar la futbolitis aguda e incurable que nos invade, hora de dar paso a otras especialidades, otros deportistas, otro espíritu. Hora de volver a descubrir lo alucinante de deportes que duermen en el limbo de los justos durante cuatro años menos quince días. Hora de emocionarse ante un escenario grandioso donde se representa como en pocos lugares la delgada línea que separa el éxito del fracaso, la alegría de las lágrimas. Y sobre todo ya era hora de poder vivir unos Juegos a su hora. Porque estarán conmigo que las cosas tienen su momento y su lugar, y si se alteran, pues como que no es lo mismo. Desde Barcelona 92 y por razones geográficas inevitables, nos vimos obligados a asistir como espectadores a Olimpiadas de horarios contra-natura, donde la final de 100 metros lisos de atletismo la veíamos en directo desayunando una tostada y la de balonmano a la hora del aperitivo. Eso si había suerte, porque otras veces lo bueno sólo lo podías disfrutar grabado al día siguiente (salvo nocturnidad pronunciada) siempre claro está que se cumpliesen tres premisas: Acierto al programar el video contando con la diferencia horaria, que nadie te lo reventase antes contándote quien había ganado y que lo que decía el periódico que iban a poner a las 3.45 de la madrugada se cumpliese. Afortunadamente el COI (Comemos Opíparamente y siempre Invitados) remendó el feo que le hizo a Grecia en el 96 y por fin les ha dejado organizar estos Juegos a los inventores de la fiesta. Los europeos salimos ganando y 12 años después las pruebas de clasificación serán, como dios manda, por la mañana y las finales por la tarde, no necesitaremos dosis extras de café y cuando nos levantemos de la cama lo haremos con gran tranquilidad, pues los deportistas dormirán a la vez que nosotros. Duda razonable: Estos griegos que parecen incapaces de organizar un campeonato de petanca, ¿les vendrá grandes unos Juegos Olímpicos? Por ello el primer deseo debe ser el que podamos disfrutar de la mayor fiesta del deporte mundial sin más sobresaltos que los que nos ofrezcan los deportistas. Que son suficientes.

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