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Un relevo sudafricano asegura que el hito de Spitz siga vigente Los 200 libres dilucidan hoy quién es el Neptuno de Atenas

A Phelps se le escapó el oro en el 4x100 masculino y «sólo» podrá optar a siete medallas

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Fernando Castán - atenas
León

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Roland Mark Schoeman, Lyndon Fern, Darian Townsend y Ryk Neethling, unos auténticos desconocidos en el panorama mundial de la natación, destrozaron un proyecto deportivo de gran magnitud y un enorme negocio. Los cuatro surafricanos se impusieron contra todo pronóstico en el relevo rey del programa, el 4x100 libre masculino. Su gesta tiene una consecuencia inmediata y es que Michael Phelps no podrá superar el mítico récord de Mark Spitz de siete medallas de oro en unos mismos Juegos (Múnich 72). Y puede que ni siquiera lo iguale. Los planes de Phelps pasaban por lograr cinco oros individuales y tres en relevos. Uno de los que parecían seguros era el de ayer en los 4x100. Estados Unidos, a lo largo de la historia, ha sido el absoluto dominador de esta disciplina. Sólo en Sidney dejó de subir a lo más alto del podio, derrotado por un equipo australiano supermotivado. Pasada esta oportunidad, Phelps ya sólo podría aspirar a siete títulos, siempre que le dejen competir en los 4x100 estilos, prueba en la que de momento sólo es el suplente de Croker en la posta de mariposa. A lo peor ya no le merece la pena intentarlo. El 4x100 libre es una prueba estelar. Una de las grandes citas de cualquier programa de natación. Basta con echar un visto a la nómina de competidores que tomaban parte en la lucha para darse cuenta de su relevancia. En Australia, andaba en cuarto lugar Ian Thorpe; en Rusia, también de cierre, Alexander Popov; en Holanda, en el mismo lugar, Pieter Van den Hoogenband, y en Estados Unidos, como segundo relevista, Phelps. Muchas plusmarcas mundiales, muchas medallas mundiales y olímpicas, los astros más consagrados dentro del orbe acuático. Por la mañana, los surafricanos ya propinaron un toque de atención. Los mismos cuatro -no tienen más- lograron el mejor tiempo de las series con un extraordianrio 3:13.84, a pocas centésimas del récord mundial en posesión de Australia desde Sidney en 3:13.67. Se pensó que había sonado la flauta. Que ese marcón, segundo mejor de todos los tiempos, era una aperitivo de lo que iban a lograr los ases consagrados. Las apuestas se dividían. Para unos, Estados Unidos destrozaría la marca mundial y Phelps proseguiría en su recolecta triunfal de medallas; para otros, serían los australianos, con Thorpe a la cabeza, quienes triunfarían. A los pobres surafricanos nadie les otorgaba mucho crédito. Hay que pensar que los buenos equipos disponen de cuatro teloneros, que se encargan de clasificar al relevo para la final. Luego, por la tarde, actúan los tenores. Sin mucho crédito A los pobres surafricanos nadie les otorgaba mucho crédito. Hay que pensar que los buenos equipos disponen de cuatro teloneros, que se encargan de clasificar al relevo para la final. Luego, por la tarde, actúan los tenores. En el caso de los africanos, los cuatro se lo guisaron por la manaña y se lo comieron en la sesión vespertina. Desde la primera posta salieron disparados. Schoeman cubrió el primer hectómetro en 48.17, nuevo récord de África; Ferns, en 48.13 el segundo; Townsend, en 48.96 el tercero, y Neethling, en 47.91 -no cuenta como plusmarca porque es salida lanzada-, el último, para dejar el nuevo registro planetario en 3:13.17. A los dos primeros nadie les superó; al tercero sólo el americano Walker (47.97) y al cuarto únicamente VDH (46.79), que, por cierto, con su remontada llevó a su país de la cuarta plaza hasta la segunda relegando a los estadounidenses al bronce. Australia se conformó con ser la sexta y Rusia e Italia compartieron el cuarto puesto. Fuera del «bombazo» del fin de sesión, la otra sensación de la jornada se produjo en los 100 metros braza.

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