Diario de León

JUDO

El madrileño Óscar Peñas también se queda sin el bronce en la «muerte súbita» del combate final Las mejores opciones para España

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Amador Gómez - atenas
León

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La historia se repitió para el judo español. Al igual que le ocurrió el día anterior a Kenji Uematsu, Óscar Peñas también perdió la medalla de bronce en la «muerte súbita» del combate más decisivo, el que le enfrentó al búlgaro Georgi Georgiev y tuvo un desenlace fatal para el madrileño a 3:56 del final. España ha tenido muy cercana la posibilidad de ganar dos bronces consecutivos, pero continúa con el medallero a cero, a cambio de dos quintos puestos que aunque valen sendos diplomas han dejado un sabor muy amargo a la espera del estreno conjunto de Isabel Fernández y Kiyoshi Uematsu. Por dos veces estuvo a punto Peñas de llevarse medalla en el tiempo extra de su última pelea, pero su ambición y agresividad no tuvieron premio. El koka que sufrió a manos del búlgaro resultó finalmente letal y Peñas no pudo dar una alegría a los aficionados españoles que se volcaron con él en el pabellón Liossia y vieron a lo largo de la jornada cómo el pesimismo se transformaba en esperanza. La espectacular reacción de Peñas después de dos combates aciagos -el primero lo ganó con mucho sufrimiento, hasta la prolongación, y el segundo lo perdió-, permitió soñar con una medalla. Quedó a expensas del eslovaco Krnac para continuar en los Juegos, pero una vez repescado, salió relanzado hacia el podio. Hasta que se produjo esa dolorosa derrota que dejó helada a la afición y a Peñas sin ganas de hablar. «Espectáculo» búlgaro Varios compañeros suyos y técnicos del equipo olímpico disfrutaron y sufrieron con Peñas durante la mañana y la tarde como si estuviesen ellos en el tatami. Y el momento más grande del día para Peñas y la afición se produjo en su quinto combate (el penúltimo), porque Peñas estaba eliminado, perdiendo ante el portugués Pina por un koka, y cuando quedaban sólo 11 segundos respondió con un yuko espectacular para ganarse el derecho a luchar por el bronce. Entonces, el «espectáculo» lo puso el entrenador del búlgaro Georgiev, que no paró de gritar a su judoka y levantarse de la silla metiendo presión a los jueces, pidiendo casi por favor que le concediesen una técnica. Pero llegó la «técnica de oro».

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