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Publicado por
MARTÍN
León

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UTILIZO, como titular, una frase de Manolo Martínez, en declaraciones hechas apenas finalizada la competición, Cuarto en la clasificación. Medalla de chocolate (también en calificativo del propio Manolo); el primero de los perdedores, como consideran al «triste» cuarto lugar. Y sin embargo es un buen resultado. Al margen la obsesión «medallera», muy del gusto y del disgusto de muchos, la realidad de un cuarto lugar tiene indudable sabor agridulce. A sólo veintitrés centímetros del bronce, con regularidad en los lanzamientos y la precipitación hecha descoordinación en uno que le pudo llevar al podio. Consideraciones, opiniones sobre lo que pudo haber sido y no fue. Escuché con atención sus declaraciones. Apenas denotaban desilusión, sin llegar a la frontera de la decepción. Más quedaban en la orilla de la serenidad. En un marco ideal, con el halo mitológico de los Juegos. Olimpia, cuna de las olimpiadas... El lugar que satisfacía plenamente a un atleta con lama de artista y músculos de acero. Es muy posible que, apenas finalizada la competición viviera imágenes soñadas. Podio, banderas, himnos... y el laurel coronando la frente de los mejores, de los elegidos. Un sueño vivido, repetidamente durante cuatro largos años. Lleva participando en tres Juegos, Atlanta, Sydney, Atenas. En Atlanta no alcanzó la final; en Sydney quedó corto, ahora, en Atenas, cuarto. La progresión es evidente, como evidente es el margen de mejora. Manolo ha pasado, apenas, la frontera de los treinta años, la edad de la madurez para un lanzador. Aun hay margen de mejora. Él y Burón, son inasequibles al desaliento. Del sexto lugar al cuarto, del cuarto al podio y al metal hay sólo un puesto. ¿Por qué no, va a seguir subiendo verticalmente la línea marcada en la gráfica de los resultados...?

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