Vicente otorga ventaja al equipo che para llevarse la Supercopa ante su afición

El único jugador que demostró estar entonado en el partido de ida de la Supercopa fue Vicente. El extremo izquierdo del Valencia dio medio torneo a su equipo con un lanzamiento de falta que acabó en gol. Desde ese momento, el correoso Zaragoza se descompuso y se lanzó al ataque con más corazón que cabeza. Esto lo aprovechó el Valencia para intentar rematar la final del primer torneo de la temporada 2004-05 jugando al espacio dejado por los maños. Pero, el punto de mira estaba desviado y todo se tendrá que resolver en el encuentro de vuelta. Salvo el gol del internacional español, el partido fue malo. Horroroso. A nadie le apetece trabajar en agosto, y parece que a los futbolistas mucho menos. Los jugadores estaban torpes, cometiendo errores de forma continuada. Las ideas, poco claras. Las jugadas espesas. Se notaba que era el primer partido en serio de la temporada. Diseño para el futuro A pesar de los errores, se pudo apreciar pequeños retazos de lo que serán los dos equipos. El Valencia de Ranieri es un plato combinado de lo mejor de Benítez y lo que el italiano dejó en la memoria de los valencianistas hace cinco temporadas. Es decir, la misma sobriedad defensiva, el mismo juego tosco, pegajoso, molesto para el rival que predicaba el español. Por su parte, el Zaragoza abogó por la presión y el primer toque. Con Villa y Moreno arriba, el agobio maño no dejó que Baraja y Albelda circularán bien el balón, ocupándose más de defender. El valenciano se encontró en su salsa, sacando balones, cortando por todas las partes del campo y ayudando a sus compañeros en todas partes.