Diario de León

Manuel Martínez suma al palmarés olímpico una medalla de chocolate

Villadangos tributa un homenaje simpático al lanzador leonés a su regreso de los Juegos

Manuel Martínez saluda a su mascota, con la medalla de chocolate ya colgada de su cuello

Manuel Martínez saluda a su mascota, con la medalla de chocolate ya colgada de su cuello

León

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Manuel Martínez, cuarto clasificado en la final olímpica de lanzamiento de peso, recibió ayer, a su llegada al aeropuerto de León, una medalla de chocolate que le entregaron sus vecinos de Villadangos del Páramo, como premio a su actuación en la final de lanzamiento de peso de Atenas, donde el leonés acabó cuarto. Martínez hizo famosa la expresión «medalla de chocolate» para referirse al cuarto puesto que hasta en cuatro oportunidades le ha dejado en grandes competiciones al borde de la medalla, pero sin conseguir el metal. También recibió la máxima distinción de su localidad natal, que ya le ha dedicado una de sus calles y le convirtió en el primer pregonero de las fiestas. Tras aterrizar en el aeropuerto de León, Manuel Martínez fue recibido por casi un centenar de personas y una charanga de dulzainas. Después de los saludos de rigor a los familiares y amigos, pasó balance a su tarea en los Juegos Olímpicos: «Los cuartos puestos son un efecto secundario de la forma en la que está montado el deporte. El podium es para los tres primeros, y el cuarto parece que es como quedarse por el camino, pero como ha dicho Urdangarín esta mañana, no es quedarse ahí, sino seguir en la lucha y bordear el premio. En mi primera Olimpiada fui duodécimo, luego sexto, esta vez cuarto con muy mala suerte, y espero que me quede otra u otras dos, y espero que se siga esta progresión». Sorprendido por el recibimiento de sus convecinos, no tuvo problemas para realizar un balance sosegado, merced a la calma que aporta el paso de los días: «Las declaraciones que hice en un primer momento y las imágenes que se pudieron ver, son más fruto de la rabia que de otra cosa. Cometí un error técnico irrecuperable en el último lanzamiento y debería haberme parado y haber vuelto a empezar. Esa rabia es la que me hacía no estar satisfecho de una competición buena, una de las mejores de mi vida, con tres tiros por encima de 20,70, demostrando que estoy ahí con ellos, y encima no era para hacer medalla, era para quedar campeón olímpico». Cambia el signo de la competición, y llegan las medallas, con lo que el país se tranquiliza: «Está en nuestra cultura... No debería de ser así, no se pueden conseguir las cosas de hoy para mañana. Se dijo antes de empezar las Olimpiadas que no iba a salir una buena competición, que habría pocas medallas, y ya se ve que no es cierto. Ya tenemos una medalla en atletismo, un cuarto, un quinto, y lo que queda». Balance de resumen después de su actuación: «De una Olimpiada siempre se sacan conclusiones positivas, y yo he aprendido en la calificación que puedo sobreponerme a un ambiente que en principio me superó. 10.000 personas viendo la prueba, pasar por el Templo de Zeus, seguir el mismo recorrido que los primeros deportistas, por aquellos túneles, en plan gladiador, y a pesar de todo, ser capaz de recuperar la concentración y clasificarme para la final, estuvo muy bien». De los Juego Olímpicos se queda con lo más llamativo: «En la Villa Olímpica ves tan pronto que pasa Yao Ming como Moyá o Phelps. Los únicos a los que no he visto es a los del equipo de baloncesto de Estados Unidos». A la competición le quedan cuatro citas: «Vamos a Goteborg, Alemania, Andujar y Mónaco y hasta el 18 de septiembre intentaré conseguir esa marca que se me escapó en las Olimpiadas y rematar una buena temporada».

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