De Lima, un héroe de bronce
El brasileño volvió a su país con la medalla al valor olímpico después de entrar en la historia del maratón por padecer el ataque de un espectador cuando lideraba la carrera ateniense
Vanderlei Lima, instalado en la historia del maratón después de sufrir en sus carnes el ataque de un demente cuando iba destacado en el de Atenas y luego obtener la medalla de bronce, es, a pesar de todo, el hombre más feliz del mundo, además del único atleta en su país que regresará a casa como un héroe. Lima fue atacado por un desequilibrado mental cuando llevaba cerca de un minuto de ventaja sobre sus perseguidores. Saltó en el km 23 en busca del oro, rompió una carrera de enorme dureza en la que los más laureados, como el plusmarquista mundial, el gran Paul Tergat, se hundieron muy pronto en la miseria. Nadie sabe si la agresión que sufrió el brasileño fue definitiva para privarle del oro, porque Baldini, el campeón, marchaba como un tiro, pero le privaron de la opción de intentarlo en igualdad de condiciones. Con el ritmo interrumpido y sin entender nada, Vanderlei apretó los dientes y siguió su sufrimiento hasta meta. Allí, lejos de la indignación, aún entró con aires de fiesta y feliz por su bronce. «El agresor fue un italiano», decían los representantes del Comité olímpico brasileño, sin renunciar a un trozo de oro. «Me siento orgulloso», proclamaba el héroe sudamericano. No era para menos. En aquella tortura de carrera, donde quien más y quien menos se desmayaba al cruzar la meta, conseguir un metal era digno de un superhombre. «Esto puede pasar en cualquier sitio», quitó hierro al asunto, precisamente, Lima. Un hombre convencido de que la organización no podía poner un policía en cada metro. Su reflexión, aún en caliente, contrastaba con la ira de los directivos del equipo brasileño. Serenidad Muestras de una serenidad y un coraje que pasaron de la competición en el propio asfalto a la realidad exterior, donde empezaba a construirse un nuevo héroe que le permitió sobreponerse a un susto que bien le pudo costar algo mucho más caro que el podio. «No sabía si iba armado», explicó Lima. El pequeño Vanderlei ya tuvo su momento de gloria al imponerse en los maratones de Tokio y Hamburgo, pero en la alta competición se perdió en los puestos 47 y 75 en los Juegos de Atlanta y Sydney. Ahora ya no será un anónimo, como tampoco lo era el demente que le agredió en el km 36 del maratón olímpico. Se trataba de un ex sacerdote irlandés que ya montó un numerito poniéndose delante de los coches de un Premio de Fórmula 1 cuando circulaban a 300 kilómetros por hora. Lima entró en la historia olímpica con la distinción de la medalla Pierre de Coubertin, por la «extraordinaria demostración de Juego Limpio y Valores Olímpicos» que tuvo durante la carrera del maratón.