Zapatero eclipsa a los ciclistas en la salida de la Vuelta en León
El líder del Ejecutivo cortó la cinta y se alargó en gestos a un público que llegó a vitorearle
El speaker de la Vuelta Ciclista a España entretenía al personal minutos antes de la salida, mientras la música de Melendi amenizaba la espera y la gente sacaba mil ojos para atender a todos los estímulos. Entonces, por la calle Reyes Leoneses empezaron a oírse aplausos. En el ruido, llegó Rodríguez Zapatero y fagocitó por completo el protagonismo de los ciclistas. Él, que tan sólo fue a cortar la cinta de inauguración de la ronda. Más al estilo de las estrellas de rock que de los políticos al uso, el presidente del Gobierno expuso una vez más las líneas maestras de su escuela de talante. Pulió el arco de las cejas, dio tres golpes de párpados para no perder el brillo azul, abrió la curva de la sonrisa, y los hoyuelos que aparecieron se encargaron de cerrar el retrato del éxito. Desenvuelto como quien anda en zapatillas por casa, el socialista se deshizo en apretones de manos, oídos abiertos a las peticiones, firma de autógrafos y amabilidad en cada poro. El presidente del Gobierno se entretuvo en pasear por la zona destinada a la promoción de productos que acompaña la Vuelta, seguido por una cohorte de admiradoras a la búsqueda de una instantánea que colocar en el aparador de su casa. «José Luis, José Luis, una foto», clamaron a la vez tres rubias con la Vogue como libro de cabecera. «Por supuesto», respondió sin poder acabar la frase al ver como le nacían junto a los hombros más extremidades. «Jó pé tía, esto es muy fuerte», sentenciaron. Después de saludar a Koldo Royo en la carpa del marmitako y picar un poco en las bandejas, Rodríguez Zapatero encaró su paseo a la zona de calentamiento de los ciclistas. A la sombra de cada uno de los autocares, los deportistas se afanaban en el rodillo cuando apareció la figura espigada del antiguo profesor de Derecho de la Universidad de León. Astarloa aprovechó el tanto para regalarle uno de sus maillots de campeón del mundo. Amenazaba el bochorno de la tarde con derramarse sobre la ciudad y ese arcoiris cambió el curso. Francisco Fernández, alcalde de León, Jaime Lissavetzky, secretario de Estado para el Deporte, y el resto de autoridades acompañaron durante todo el trayecto al líder socialista como un elemento más de su aureola. Incluidos dentro del cuento escrito en un mes de marzo, los leoneses se sintieron reflejo de su paisano; en esta ocasión como resultado de una prueba deportiva que durante más de media hora perdió todo interés para los asistentes en favor del mandatario. Se llamaba «Efecto». Ahora es «Talante».