Los leoneses se dividen entre el deporte y las molestias del tráfico
Más de medio día, los leoneses tuvieron que variar sus hábitos para adecuarse a la Vuelta
La pareja de jubilados que hacía banco en el parque El Cid a media mañana ya aventuraba lo que pasaría: «Que no se puede cerrar el centro durante tanto tiempo; que se va a saturar todo». Y se saturó. Coches con los cuatro intermitentes en busca de itinerarios alternativos, agentes de un lado para otro cual guías turísticos, y paciencia a manos llenas. Incluso algún comercio optó por bajar la trapa y considerar festiva la fecha, a la vista de que la labor iba a ser complicada y no repercutiría en exceso en la caja de caudales. La mayor parte de León se echó a la calle consciente de que el paseo no hace daño a nadie y ahorra en gimnasios y danones. Pero a quien le dio, por obligación de su trabajo o por cabezonería cazurra, por utilizar el coche para trasladarse a su destino la Vuelta no le fue rodada. Parapetados detrás del volante, los conductores, dueños de la ciudad cualquier día vulgar, echaron vista al calendario y se acordaron de Fernando Fernán Gómez: «Me cago en las bicis y el verano».