Moyá cae en el primer duelo y Francia se pone en ventaja

La primera jornada del España-Francia, semifinal de la Copa Davis, no llegó a su término por falta de luz. A las 19.35 horas, el juez-árbitro decidió la suspensión del partido que libraban Juan Carlos Ferrero (12) y Fabrice Santoro (36). En aquel momento, el español tenía ventaja de 6-3, 6-1, 1-6 y empate a tres juegos en el cuarto set, después de dos horas y veinticinco minutos de juego. El encuentro se reanudará hoy sábado a partir de las 11.30 de la mañana. Posteriormente, y con el consiguiente descanso para Santoro, se disputará el doble en el que el francés y su compañero Michael Llodra se enfrentarán a Tommy Robredo y Rafael Nadal. Ese contratiempo de la falta de luz llegó horas después de que en el primer partido del día el francés Paul Henri Mathieu se impusiera a Carlos Moyà por 6-3, 3-6, 2-6, 6-3 y 6-3. Moyà defraudó incluso a sus incondicionales. No fue el Moyà de las grandes tardes. Si fuese en los toros, como matador, le habrían dado los tres avisos. Tuvo un arranque desfavorable, luego se recompuso para ponerse con dos sets por delante y cuando parecía haberse alfombrado el camino hacia el triunfo, volvió a las mal andadas para caer en el quinto set después de cuatro horas y media de trabajo sobre la arenosa pista del coso taurino de Alicante. Faltó la puntilla A Juan Carlos Ferrero le falló la puntilla para dejar al pairo a Fabrice Santoro, llamado 'Battling Fab' (Fabricio el batallador), sobre el que tuvo dos sets de ventaja. Santoro es el tenista más atípico de los actuales. Es una especie de fabricante de juego de fantasía, de filigranas con la raqueta. Es un tipo ideal para el circo del sol. Con sus bolas rasantes, que impiden al adversario golpear con dureza, provocó no pocos errores de un Ferrero que poco a poco fue cediendo en seguridad para quedar en situación prometedora. Para Ferrero es un mal menor el 3-3 del cuarto período. Santoro es capaz de lo imposible con su juego a dos manos. Incluso realizó una volea mirando al tendido para dejarla lejos del alcance de un Ferrero sorprendido.